LA
MUERTE DE UN INMORTAL
LA
HABANA.— Desde las horas finales de la noche del 25 de noviembre el
archipiélago cubano se ha transformado en una región sumida en el silencio de
un riguroso duelo nacional de nueve días durante los cuales se realizan las
honras fúnebres de Fidel Castro Ruz.
Como
todo grande su muerte provocó disimiles reacciones, desde histéricos bailes de
algunos grupúsculos en las calles de Miami hasta el más profundo dolor para
quienes durante mucho más de medio siglo conocieron la impronta de un hombre
excepcional que dedicó toda su vida a una sola causa, la Revolución, entendida
esta como la transformación radical de una sociedad en beneficio exclusivo de
un pueblo amenazado desde sus orígenes por el más poderoso imperio de todos los
tiempos.
Quizás,
como dijera Marta Rojas, la joven estudiante de periodismo que pudo participar
en el juicio que contra Fidel Castro se celebrara en 1953 luego del asalto al
cuartel Moncada, su principal cualidad ha sido la de ser capaz de sobreponerse
a cualquier revés y mantener el rumbo en busca de un ideal, o como dijera el
propio Comandante en Jefe, convertir los reveses en victorias.
Habrá
quien quiera sobredimensionar su biografía, como los habrá que pretendan
denigrarla, pero lo cierto es que se corresponde sin dudas con la de una
personalidad irrepetible, llamada a liderar procesos y convocar multitudes, y
eso nadie lo puede negar.
Quizás
su primera batalla ocurrió cuando con 6 años de edad, en medio de la dictadura
de Gerardo Machado su padre lo envía a estudiar a Santiago de Cuba, a un
colegio lasaliano y al cuidado de una maestra que obligada por la miseria
mantenía toda su familia con los pocos dineros que el padre le hacía llegar,
protestó contra el hambre que no había conocido en su finca natal y finalmente
ganó la batalla y pudo continuar estudios.
En
1945 ingresa en la Universidad de La Habana, matricula tres carreras pero
ocupado más en actividades políticas que en estudiar se ve obligado en tercer
año a vencer más de 40 asignaturas y poder concluir dos de las tres carreras en
1950.
En
la Universidad tiene sus primeros contactos con estudiantes socialistas, conoce
a Lenin y Marx, pero milita en una agrupación nacionalista y comprometida en la
lucha contra la corrupción generalizada por la cual llegó a ser candidato a
Representante.
Desde
la Universidad participó en la lucha contra la dictadura de Trujillo en
República Dominicana, llegando incluso a participar en un fracasado proyecto de
invasión a ese país. Estuvo en Colombia cuando el Bogotazo de 1948 y a duras
penas logró salir ileso del país.
Cuando
Fulgencio Batista derroca al débil y corrupto gobierno de Carlos Prío en 1952
presenta una demanda ante los tribunales que al ser desatendida por el poder
judicial le sirvió para definir que cerradas las vías legales sólo podía quedar
el camino de la lucha.
Crea
un movimiento de jóvenes y decide iniciar la lucha armada atacando la segunda
fortaleza del país, el Cuartel Moncada. La idea era sorprender a la guarnición
un día de carnaval, ocupar las armas, llamar a la huelga general y de no lograr
los objetivos propuestos de inmediato internarse en la Sierra Maestra para
iniciar una guerra de guerrillas.
De
los 160 asaltantes sólo 6 cayeron en combate. Más de 80 fueron asesinados y el
resto apresado poco después de fallar la operación. Fidel es capturado tratando
de llegar al monte, un sargento respetuoso de su juramento impide le asesinen.
Va
a juicio. Le condenan, pero su defensa se convierte en el Programa del Moncada,
declaración de los objetivos propuestos por el movimiento ya llamado 26 de
Julio.
Amnistiados
los moncadistas en 1956 parten hacia México donde organizan una invasión armada
a la isla. Tuvieron que burlar la vigilancia de las autoridades locales, de los
espías y agentes de la dictadura, hasta que finalmente parten de Tuxpan en un
pequeño yate el 25 de noviembre de 1956, exactamente 60 años antes de su
fallecimiento. El barco casi no puede lograr la travesía cargado con 82
expedicionarios, entre los cuales ya estaba el Che Guevara, y llega dos días
después de lo previsto por una zona no calculada.
Las
tropas de la dictadura los detectan y persiguen, a duras penas escapa una
docena de ellos, y aun así no pasaron
muchos días antes de que atacaran con éxito un pequeño cuartel para desmentir
la noticia dada por los medios oficiales de que Castro había muerto en el
desembarco.Lo demás es historia conocida. Con 800 guerrilleros logró vencer a un ejército de decenas de miles de soldados bien entrenados, apoyado por aviación militar y receptor de amplios recursos facilitados por los EEUU.
Tras
el triunfo del 1 de enero de 1959 se establece un gobierno de personalidades
ajenas a la dictadura pero incapaz de aplicar las promesas del Programa del
Moncada. Se inician los enfrentamientos con los norteamericanos y ya para
octubre del propio año comienzan ataques armados y acciones terroristas contra
el gobierno que no tiene otra opción que radicalizarse.
Vendrán
después Playa Girón, la Crisis de los Misiles, el Bloqueo económico, financiero
y comercial. Cuba se acerca a la órbita soviética y a pesar de todas las
dificultades goza de estabilidad y desarrollo para los finales de los 70 y los
80. Cae el campo socialista y contra todo pronóstico el régimen cubano resiste.
Historia
contada a grandes rasgos tiene como colofón el reconocimiento tácito por parte
del Presidente Obama del fracaso total de la política norteamericana sobre
Cuba. Restablece relaciones y aspira a lograr iguales resultados por otras
vías.
Fidel
fue dado por moribundo luego de un accidente en Santa Clara al concluir un
discurso, declarado casi muerto tras sufrir un desmayo durante otro discurso,
así como también cuando sobrevivió a una grave enfermedad intestinal.
Parecía
que tal y como ocurrió cuando no pudieron matarle envenenando un traje de buzo,
dispersando LSD en un estudio de TV para que pareciera loco, regándole polvos
depilatorios para dejarle sin barba, o poniéndole cianuro en un batido de
chocolate, el Comandante era Inmortal.
Pero
la inmortalidad no está ni en la carne ni en los huesos. La inmortalidad está
en la obra y en las ideas.
La
historia olvidará a sus oponentes. Se harán más pequeños con cada decenio que
transcurra, pero nadie podrá escribir la historia de Latinoamérica, e incluso
de África en el siglo XX sin hacer referencia a un hombre que supo vencer la
mortalidad.
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