María
Félix: “tanta hermosura, que duele”
LA
HABANA.— Pocas mujeres en la historia fueron como María Félix, objeto de tantos
elogios, al punto de que hace unos días el periodista español Alberto López
describió su cara como ''la más bella de la Época de Oro del cine mexicano''.
Pese
a que ya hace 108 años que murió aquella diva sorprendente, el articulista del
diario español El País la describe como 'la actriz más temperamental y
seductora, de carácter indomable, altivez y mirada retadora', calificativos que
remedan otros que ella mereció en vida.
Famosa
también por su oposición al machismo y sus criterios artísticos, fueron
inventadas para María Félix frases encomiásticas como 'uno de los máximos mitos
eróticos del cine de habla hispana', o 'la actriz más temperamental y
seductora'.
Otros
la consideraron, 'figura indispensable del cine mexicano', 'personalidad
controvertida, admirada por su belleza legendaria y originalidad' o 'mito
viviente gracias al carácter indomable que demostró'.
Mujer
dotada en efecto de una hermosura fuera de lo común desde que cumplió 13 años,
y, ya madura (1984), nominada en Francia e Italia como 'una de las mujeres
mejor vestidas del mundo', también llamó la atención del Premio Nobel mexicano
de Literatura Octavio Paz:
'María
Félix nació dos veces: sus padres la engendraron y ella, después, se inventó a
sí misma'.
Pero entre las palabras más impactantes con
las que fue descrita la vedette sobresalen por su filo cortante y mordaz las
del dramaturgo Jean Cocteau al conocerla durante un rodaje en 1950: 'Tanta y
tan intensa es su hermosura, que duele'.
Y en verdad dolió, aunque en otros sentidos,
sobre todo entre las contendientes artísticas y mediáticas que acumuló a causa
de aquellos atributos estéticos e imagen de 'mujer dura' que la encumbraron, y
también la sumieron en el odio y el despecho de rivales que la envidiaron aún
después de muerta.
La pantalla fue la difusora de la figura,
dramaturgia y encantos de María de los Ángeles Güereña, aunque también la
música, que sintetizó el amor a su excepcional belleza mediante canciones como
María Bonita, ayudó a beatificar artística y sentimentalmente su nombre.
Todavía nos hace guiños desde su amplia
filmografía aquel rostro impenetrable de cejas imponentes, aunque adorable y
tentador de María Félix, nacida en Álamos un 8 de abril de 1914 y fallecida en
Ciudad de México, el mismo día de 2002, coincidencia que mistificó aún más su
enigma de feminidad universal.
En la mañana de aquel día, cuando el cantante
Juan Gabriel, creador para ella de otro himno ('María de las María') como lo
hizo antes el segundo esposo de la actriz, Agustín Lara, al llamarla por
teléfono para felicitarla por su 88 cumpleaños, recibió del mayordomo una
respuesta al parecer tranquilizadora:
-La
Doña todavía no se ha despertado-. Pero ya jamás despertó.
Actriz, modelo, cantante, siempre refugiada en
aquella imagen altiva, indiferente, desdeñosa, dotada por igual de erotismo y
personalidad desde la altura de lo que algunos consideran 'una enigmática
belleza latina', la Doña perdura sobre todo mediante su filmografía.
Literal y metafóricamente, María Félix hizo
todo lo que deseó en el cine (47 películas), desde que debutó en 1942 con
Miguel Zacarías en El peñón de las ánimas, junto al actor y cantante que luego
sería su tercer marido, Jorge Negrete.
Pero
aquella seguridad en sí misma, espíritu independiente o intuición sobre su
quehacer, develaron ya desde un principio una imagen de conducta burlona, un
tanto prepotente y hasta grosera que les chocó a muchos.
Algunos
recuerdan su respuesta al estrenarse como actriz en Ciudad México a la pregunta
del director Fernando Palacios sobre si ella aceptaba hacer cine:
'Si
me da la gana, lo haré. Pero cuando yo quiera. Y será por la puerta grande', le
respondió al hombre a quien, por cierto, debió agradecer sus estudios sobre arte
dramático.
Similar
actitud irreverente, pero ya por otras razones mejor fundadas, acusó la diva
cuando expresó varias veces su negativa o reticencia a trabajar para nuevos
filmes de Hollywood, donde se cuenta que nunca quedó satisfecha con sus roles
durante unas cien películas:
'Siempre
me ofrecían papeles de campesina india y yo no nací para llevar canastas',
solía decir cuando rechazaba aquellos papeles.
Punto
y aparte resultaría Doña Bárbara, su tercera película (1943) y mediante un
personaje definido por algunos como 'hembra-macha' o 'devora-hombres', que ni
mandado a hacer para su personalidad fuerte y dominante, y a partir del cual
recibió el conocido sobrenombre de 'La Doña'.
Melodramas
campesinos, revolucionarios, urbanos y adaptaciones de novelas desfilaron
después por la historia cinematográfica de aquella mujer arrogante que, no
obstante, interpretó también con éxito el paradigma hollywoodense de 'mujer
fatal'.
Aquel
atributo de trágico hermetismo se conjugó, sin embargo, con la referida suma de
dulces y complacientes calificativos pocas veces reunidos en una sola mujer, en
premio a su actuación ante los países de Latinoamérica y Europa (sobre todo
España, Francia, Italia y Argentina) conquistados para siempre por María
Bonita. (PL).
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