viernes, 17 de agosto de 2018


Los símbolos, las masas y el poder

N. M. Rizzo M.

LA HABANA.— Hubo tiempos en que para no perecer torturado o incinerado había que jurar ante la cruz ser ferviente católico, apostólico y romano; ni siquiera se perdonaba a los cristianos ortodoxos, y mucho menos a los cristianos que, decididos a reformar una iglesia ajena a los intereses populares, habían sido catalogados como protestantes.
¿Y que podían esperar aquellos que negaban a Cristo y continuaban esperando al salvador anunciado en las viejas escrituras? Esos eran simplemente judíos, que cargarían por siempre el pecado de haber muerto al Nazareno, y cuyo apelativo se utilizaba incluso para atemorizar a los niños.
De manera que la cruz sirvió para depurar y para conquistar, como para conquistar sirvió también la media luna, puesta al viento en banderas y torreones por quienes tuvieron su propio profeta. Por ser humanos sus seguidores se multiplicaron en diversas corrientes al punto de irse a la guerra entre ellos.
Sin dudas tras los símbolos de cristianos o mahometanos estaba el poder de quienes conducían a las masas por el camino elegido, no por los profetas sino por los que en sus nombres hacían lo necesario para permanecer en el estrato social más alto.
Con el tiempo hubo la necesaria evolución; hoy en día la iglesia católica, a pesar de los esfuerzos del Papa Francisco, se encuentra sumida en una crisis de descrédito por su corrupción financiera y moral. Los islamistas, al menos muchos de ellos,  se enfrentan entre sí o se convierten en terroristas, y con ello cooperan con la causa judía que convierte al Estado de Israel en todo un símbolo.
Las religiones orientales sobreviven enquistadas, las africanas fenecen excepto aquellas que su diáspora llevo a otras tierras donde sincretizadas de una forma u otra han evolucionado y se multiplican en un mundo donde la miseria y las penurias incentivan la religiosidad.
Mientras, otros símbolos surgieron unidos o no a creencias religiosas. Aparecieron el Sol Naciente en el Lejano Oriente, la Cruz Gamada nazi, el Haz del fascismo, El Yugo con Flechas falangista, y hasta la Hoz y el Martillo de los proletarios se convirtió en algo para lo cual no había sido creado.
Eran símbolos que permitieron llevar naciones enteras a regímenes totalitarios o autoritarios, al tiempo que otros símbolos invitaban a vivir en una democracia que nunca ha podido cuajar completamente.
Tendrá que llegar el momento en que los símbolos sean las ideas y el trabajo la religión. Habrá entonces la gobernanza de aquellos cuyas ideas sean las más útiles y sus capacidades las de un incansable realizador de las buenas ideas.
Tenemos el derecho, y la esperanza, de que sea así.

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