La
historia de la única sobreviviente
del accidente aéreo en Cuba
LA
HABANA.— Tras más de 70 días de una fiera batalla por su vida, Mailén Díaz
Almaguer parte del hospital Calixto García, donde ha dejado un antes y un
después. Ya lo más duro ha pasado. La rescataron de impredecibles zarpazos de
la muerte, y ahora comenzará una nueva fase de estabilización y rehabilitación
en el Hermanos Ameijeiras.
Mientras
la trasladan en camilla hacia la ambulancia, la joven lanza besos al aire como
solo puede hacerse a los 19 años. Y llora hacia adentro, silenciosamente, con
una precoz nostalgia. Del lado de acá, también lloran los “sanadores” primeros
de la única sobreviviente del accidente aéreo del 18 de mayo pasado en La
Habana: médicos, enfermeras, sicólogos y demás trabajadores del Calixto,
contagiados para siempre del síndrome afectivo que les ha legado Mailén.
Sienten su ausencia luego de tantas jornadas sin relojes ni descansos por
salvarla.
El
hospital Calixto García, el más experto y sabio en el tratamiento a pacientes
politraumatizados, recibió aquella tarde de viernes a Mailén, a Gretell
Landrove Font y a Emiley Sánchez De la O. Comenzaría así un insólito combate,
que implicó aunar equipos multidisciplinarios de la medicina, con expertos
también de otras instituciones de salud. Talento y agallas para atender a
lesionados de un avión que se estrella poco después de despegar. Son pocos los
que se salvan de esas tragedias aéreas, pero quedan dislocados en cuerpo y alma
de tanta fiereza. Y solo sobrevivió Mailén.
El
doctor Esteban Reyes, profesor principal de Medicina Intensiva y Emergencia,
también siente el traslado de la
paciente hacia el Hermanos Ameijeiras como si se le fuera algo de muy
adentro. No es para menos. El acompañó al eminente Armando González, jefe de la
sala de Terapia Intensiva del Calixto, en la gran confabulación por la vida de
Mailén, junto a tantos notables y expertos galenos de distintas disciplinas e
instituciones médicas reunidos allí.
Se
le quiebra la voz cuando habla de la muchacha a un profesional que ha visto y
tratado tanto sufrimiento humano. Pero retorna al equilibrio para explicar la
complejidad del caso: lesiones a nivel de columna, cervical, torácica, dorsal,
en extremidades, tibia, peroné, pelvis, quemaduras, lesiones a nivel de glúteo,
que requirieron de curas y drenajes frecuentemente. Por la afectación medular,
quedó parapléjica, y su organismo drenó por diversos sitios, lo que trajo
complicaciones.
Hubo
intervenciones quirúrgicas, estabilizaciones y desestabilizaciones, avances y
retrocesos en su sistema hemodinámico. La evolución no fue nada lineal en una
paciente en estado tan crítico, con constantes peligros para su vida y las
enfermedades oportunistas que comprometen e inmunodeprimen.
El
doctor Esteban Reyes siente, con el traslado de la joven hacia el Hermanos
Ameijeiras, como que se le va algo de muy adentro. Foto: JR.
Desde
la fase de emergencia y urgencia, mientras se trataba a la joven con denuedo y
enfoques médicos sistémicos, se priorizó la atención esmerada a los familiares,
que al principio estaban en estado de shock y no se movían de un local asignado
en el hospital. La información precisa y constante, con prudencia y tacto, pero
siempre con la verdad en la mano. Era una especie de equilibrio entre
expectativas reales y esperanzas. Eso, además de las atenciones que tuvieron
desde los más altos niveles de decisión del país.
Vamos,
hay que seguir luchando
Todos
en el equipo multidisciplinario coinciden en que es una familia sencilla de
pueblo, muy colaborativa y unida, con valores humanos, cooperación y
receptividad, por encima de sus penas e incertidumbres. Pero, especialmente, la
abuela fue el pilar. Una señora de gran sensibilidad, fortaleza y confianza en
que su nieta se salvaría. Con el ánimo siempre arriba. En los momentos más
difíciles era quien levantaba al resto, y decía: “Vamos, hay que seguir
luchando”.
Entre
el equipo y Mailén fue germinando un toma y daca, una retroalimentación
biunívoca que fortalecieron los estoicismos y esperanzas respectivos. No era
una paciente común. Sí escuchaba, y mantenía comunicación. Aún con una
traqueotomía, y sin poder hablar, hablaba, asentía o negaba con sus ojos
intensos y bellos. Reflejaba pena o alegría. Todos los que la atendieron allí
confiesan que es una muchacha muy hermosa, en lo externo, y en eso que va por
dentro y le dicen alma. Tiraba besos a médicos y enfermeras, y les manifestaba
que los quería, con sus códigos emergentes.
En
las estrategias de comunicación con la paciente y su familia tuvo especial
protagonismo el equipo de sicólogos, liderado por Jesús Efraín Ajuria
Lauzurique, jefe de esos servicios en el Calixto García. Los especialistas
fueron percatándose de que la joven estaba desorientada desde el punto de vista
temporal y espacial, y había desarrollado una reacción al trauma.
Esenciales
resultaron las estrategias de comunicación con la paciente y su familia,
comenta el profesor Jesús Efraín Ajuria Lauzurique, al frente del equipo de
Sicología. Foto: JR.
Con
sumo cuidado, obligados a restudiar la sicología de desastres, fueron asumiendo
la problemática de lo que se denomina “memoria fragmentada”, pues todavía no
hay un proceso de síntesis e integración. Un ejemplo de esto es que Mailén
insistía en que había tenido un accidente de carretera. Y cuando se le explicó
que era de aviación, abría los ojos desmesuradamente, movía la cabeza en signo
de negación. A la larga, con el tiempo, ella debe reconstruir la memoria de los
hechos acaecidos.
Amputada
la pierna, no la esperanza.
Un
momento muy difícil fue la preparación para la amputación de la pierna
izquierda, al nivel de la rodilla, que a pesar de todos los esfuerzos, ya
comprometía su vida. Primero el tratamiento fue con la familia, pero a la
paciente, en esa situación que tenía, inmunodeprimida, no se le podía anticipar
nada sobre lo que resultaba imprescindible.
Después
de la operación, la muchacha indagaba por su pierna, como que intuía algo. Y
para asearla le ponían un parabán en la mitad del cuerpo. Las enfermeras le
enrollaban una colcha en el sitio. Pero ella sospechaba… Y en el momento indicado fue que se le
comunicó, con muchos argumentos y cuidados.
Otra
situación crítica se dio dos semanas antes de que marchara hacia el Hermanos
Ameijeiras: un empeoramiento respiratorio y cardiocirculatorio producto de la
lesión a nivel cervical. Y de este fueron saliendo de forma progresiva gracias
a la estrategia multidisciplinaria, hasta que se pudo marchar con el mínimo de
antibióticos y con la perspectiva de suspenderlos al final.
Desde
un principio la comunicación fue decisiva. Se idearon muchos artilugios.
Primero, una especie de alfabeto en una hoja, y quien la atendía iba deslizando
sus dedos sobre este, letra a letra, como en una güija, hasta que Mailén
asintiera con los ojos en la indicada. Así, lentamente, se armaba una frase de
ella. Ya después articulaba las palabras aunque no las pronunciara, y sus
interlocutores aprendieron a leer los movimientos de sus labios.
Una
paciente excepcional.
La
excepcionalidad de Mailén como paciente fue revelándose con los días. Ella
facilitó sobremanera el tratamiento porque expresaba su consentimiento y
comprensión de cada paso, aunque tuviera dudas e incertidumbres. Siempre la
salvaba su sensibilidad, su elevado componente afectivo, su cariño expansivo y
una estoicidad a toda prueba, que emergió en las dolorosas y cruentas curas de
sus lesiones, entre las caricias de sus enfermeras, que ocultaban una que otra
lágrima.
Ellas,
que la cuidaban las 24 horas, se enternecen al mencionarla. Todas actuaban en
consonancia con las estrategias y órdenes del equipo médico, pero le insuflaban
su aliento muy personal. Estaban allí, a su cabecera, velándola y atendiéndola
como a una princesa. Y como Mailén es dulce y juguetona, hasta presumida, le cambiaban
todos los días de peinado, le pintaban los labios, le echaban cremitas en el
rostro. Le ponían hebillas en el pelo, le lavaban el cabello con buen champú
que traían de sus casas.
Todo
el mundo la complacía. Hubo médicos que le traían bombones. Y hasta se mandó a
buscar a Holguín un muñeco de peluche que le acompañaba desde su infancia. Le
pusieron una bocinita de música. La seño Evelyn le cantaba la canción Chiquita
mía, de Álvaro Torres, que fue tema de la celebración de los 15 de Mailén.
Lo
colectivo puede más.
Fueron
más de 70 días excepcionales y una lección final: el trabajo colectivo y
multidisciplinario puede mucho más, fortalece la experiencia de cada quien y su
visión sistémica de la medicina, al tiempo que, en los momentos más difíciles,
desarrolla las relaciones afectivas no solo con el paciente y sus familiares,
sino entre los propios miembros del equipo. Es una ganancia humanista también.
Hay
curiosas coincidencias en la vida: Onelia Solano Basulto, sicóloga de la sala
de Terapia Intensiva, con apenas 26 años, había comenzado a trabajar allí en el
Calixto solo unas semanas antes. Y la holguinera fue su prueba de fuego, pues
le ayudó a creer para siempre que su lugar es ese, de cara a lo difícil y
tenso. El doctor Armando González, durante muchos años jefe de Terapia
Intensiva, fue el timonel de esta expedición arriesgada por Mailén, antes de
jubilarse ya con 70 años, y habiéndolo visto y enfrentado todo, o casi todo.
Enigmas cuasi genéticos de la medicina cubana, entre uno que parte y otra que
llega.
Al
mencionar a Mailén y su ida en pos de otra etapa de recuperación y
rehabilitación, todos los que encuesté, desde el más encumbrado especialista
hasta la trabajadora más humilde del hospital, confesaron que la extrañan y que
sienten como un vacío desde que se fue.
Le
pregunto al profesor Ajuria si cree que algún día esta singular paciente se
aparecerá en el Calixto. Y responde con un brillo en los ojos: “Más que
aparecerse por aquí, lo más importante es que Mailén sea una muchacha muy feliz
sin su pierna. Ella se lo merece”.
Confesiones
de un médico.
“Llevo
laborando 30 años en el hospital Calixto García. Comencé de enfermero, y
después estudié Medicina. Me especialicé en Angiología.
“El
caso de Mailén me obligó y me va a seguir obligando a ser más integral como
médico, pero también a elevar mi sensibilidad humana como profesional.
“Tengo
mucha experiencia con amputados en mi especialidad. Pensé que ella se iba a desplomar, pues es una
muchacha de apenas 19 años. La mayoría de las personas se deprimen en esas
circunstancias; sin embargo, ella no se derrumbó.
“Esta
paciente trajo discusiones fuertes, y al mismo tiempo hermosas, en el equipo
multidisciplinario, así como debates entre las distintas especialidades.
Teníamos un afán feroz por salvarla y nadie quería fallar en su especialidad.
Aprendimos más medicina en estas discusiones, porque tuvimos que recordar y
desempolvar conocimientos.
“Los
profesores de Rehabilitación también jugaron un papel vital. Era un intercambio
valioso, siempre liderado por la profesora Olguita, designada por el Ministerio
de Salud Pública, y por nuestro director entonces, el doctor Carlos Alberto
Martínez Blanco.
“Martínez
era como el árbitro, el moderador. Él nos calmaba y nos exhortaba, y siempre
nos decía: “Sin prisa, pero sin pausa””.
Lo
positivo, ahora que Mailén está en el Hermanos Ameijeiras, es que el profesor
Pardo, jefe de Terapia Intensiva de ese hospital, fue parte de nuestro equipo
desde el comienzo. Y conoce esta historia tanto como nosotros. Con él aprendimos
cómo se discute un caso. Yo respeto mucho con qué carisma y técnica este
profesor da un criterio.
El
día que trasladaron a Mailén fue muy triste. Es que ya no éramos paciente y
profesionales de la salud. Éramos más que familia. No la hemos visto más.
Si
me preguntan diría que hubiésemos querido que la recuperación hubiera concluido
en el Calixto, pero también entendimos que ya el hospital había cumplido su
misión, que era preservarle la vida. Muchos de nosotros desearíamos volver a
atenderla. Lo más importante es la satisfacción de haber aportado lo nuestro en
su evolución”. (Doctor Ifrán Martínez Gálvez, subdirector del hospital Calixto
García)
El
hospital Calixto García es la institución médico-docente más antigua y de mayor
tradición de nuestro país, en la que se han formado, en sus ya más de 120 años,
miles de profesionales y técnicos de la salud de reconocido prestigio.
Cuenta
con una tecnología de avanzada y un equipo multidisciplinario de médicos,
profesionales de la salud y personal paramédico de alta calificación y
experiencia. A lo largo de su historia, este hospital ha sido pionero en el
desarrollo e implementación de diversas y novedosas técnicas, lo que nos ha
hecho ser el hospital universitario por excelencia.
Con
frecuencia se celebra un congreso para conmemorar el aniversario de su
fundación, para que los investigadores, trabajadores de la salud y personal
afín a las ciencias biomédicas de todo el país y de otras partes del mundo,
puedan unirse y compartir experiencias.
Los
antecedentes del centro datan de enero de 1896. Se reconoce que en tiempos de
la colonia jugó un papel importante en la sanidad militar. La construcción del
inmueble original estuvo a cargo del ingeniero Carlos E. Cadalso. Al
inaugurarse solo tenía nueve pabellones y 200 camas.
De
acuerdo con información ofrecida en el sitio web de la institución, en la
actualidad el centenario hospital presta servicios asistenciales en más de 30
especialidades y medios de diagnóstico,
con un total aproximado de más de 2 280 trabajadores de todas las categorías
ocupacionales.
Nota:
Este
texto fue elaborado a partir de los testimonios de los siguientes integrantes
del colectivo del hospital Calixto García: doctor Ifrán Martínez Gálvez,
subdirector del centro y angiólogo; doctor Esteban Reyes, especialista en
Medicina Intensiva y Emergencia; doctor Jorge Ernesto Ruiz, jefe de
Anestesiología; doctor Luis Garcés, nutriólogo; Jesús Efraín Ajuria, jefe de
los Servicios de Sicología; Orlando Castellanos Santiesteban, sicólogo de
Neurocirugía, Neurología Ictus y Neumología; Hary Aguilera Cárdenas, sicólogo
de la Unidad de Intervención en Crisis; Onelia Solano Basulto, sicóloga de la
sala de Terapia Intensiva; Alicia Sende Oduardo, jefa de Enfermería del
hospital; Grisel Díaz Bacallao, jefa de Enfermería de la sala de Terapia
Intensiva; Marlene Hernández, enfermera supervisora; Yarisleidy Cobas, jefa de
Enfermería de la sala de Nefrología; Evelyn Sotomayor, enfermera de la sala de
Terapia Intermedia, y Dora Álvarez, jefa de Enfermería de la sala de Quemados.
Aspiramos,
en una segunda entrega, a entrevistar a los familiares de Mailén. Y soñamos con
que algún día, cuando estén creadas las condiciones, podamos entrevistarla a
ella.
Agradecemos
también a nuestra asistente de Redacción Mercedes del Risco, por su constancia
y generosidad en transcribir tantas horas de entrevistas para que pudiera
redactarse y publicarse esta historia. (Tomado de Juventud Rebelde).
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