¿Cómo
se convirtió Semana Santa
en periodo vacacional?
La Semana Santa es una actividad religiosa que la iglesia católica
dedica a recordar la pasión, muerte y resurrección de Jesús; sin embargo, esta
fecha (y otras más) ha servido de base para que en el calendario cívico se
determine un periodo vacacional, una práctica hoy común pero que responde a un
largo proceso de secularización de la sociedad en la mayor parte del mundo
occidental.
Se
trata de un proceso complejo, en el que la religión ha dejado de estar en el
centro de las actividades de la sociedad, y “para la jerarquía católica la idea
de que se pierda el sentido religioso de esta conmemoración, de recordar la
pasión de Cristo, es algo que no le gusta; quisiera que estos días fueran de
guardar, estrictamente religiosos, que la gente no paseara o se fuera de
fiesta, y reviviera, en cambio, esa pasión de manera muy religiosa, pero eso ya
no existe”, señala el especialista en sociología de la religión Roberto
Blancarte Pimentel, investigador de El Colegio de México e integrante de la
Academia Mexicana de Ciencias. “Lo que prima ahora es ese espíritu vacacional
por encima del espíritu religioso”, añade.
En
casi todo el mundo occidental se conserva un calendario cuya base sigue siendo
religioso. El propio cristianismo retomó muchas fechas que eran de antiguos
ritos y tradiciones religiosas anteriores; por ejemplo, la celebración de la
Pascua cristiana proviene de la Pascua judía. Aunque el calendario se ha ido
transformando mantiene, por un lado, fechas que son religiosas (el 25 de
diciembre coincide con el nacimiento de Jesús), y por otro, fechas cívicas (21
de marzo, conmemoración del natalicio de Benito Juárez). “Con esto se tiene una mezcla de días
feriados que originalmente eran religiosos, que pierden su sentido y se van
incorporando feriados cívicos”.
Las
vacaciones pueden tener un origen religioso o cívico. El Ferragosto, por
ejemplo, es una fiesta italiana laica que se celebra el 15 de agosto, un día
libre para disfrutar. El término Ferragosto —señala la literatura—, deriva de
la expresión latina Feriae Augusti (vacaciones de Augusto), instituida por el
emperador Augusto en el año 18 a.C. y se conjuntaba con otras celebraciones antiguas
que hacían referencia al fin de las labores agrícolas en el mismo mes.
En
nuestro país, “la Ley de libertad de cultos (1860) —parte de las Leyes de
Reforma— fue la que estableció la posibilidad de creer o no creer en lo que la
persona quisiera, pero también reglamentó los días feriados, entre ellos los
religiosos, porque en aquella época había muchos y se celebraban demasiadas
fiestas religiosas, se trató de dejar algunas y limitar los días de asueto y
las vacaciones porque eran excesivas”, explica Blancarte Pimentel.
Hoy
en día, el Estado actual lo que hace es ajustar tradiciones que son cívicas y
religiosas, arma también una serie de vacaciones que se deben de cuidar, alguna
de ellas para que se acomoden a la realidad económica del país. En la actualidad,
en México, un feriado no necesariamente se celebra en el día exacto, sino se
pega a un fin de semana para hacerlo más amplio, que lo hace económicamente más
atractivo para toda la industria del turismo; en este caso la economía nacional
ha hecho que se modifique el sentido y la lógica de las vacaciones.
Aunque
el origen de la Semana Santa es religioso la prioridad para el Estado mexicano
obviamente, por obligación, no es el asunto religioso, pero sí lo es en tanto
se ha convertido en días de reposo, que además de incluir el jueves y viernes
santos, se extiende al conjunto de la semana para que haya un descanso a la
mitad del semestre del ciclo escolar. “El sentido original religioso no es el
mismo, se transformó en un sentido secular”, precisa el investigador.
Una larga
transición
A
principios del siglo XIX en nuestro país no se contemplaban festejos cívicos
(15 y 16 de septiembre, 20 de noviembre, 5 de mayo) porque no había Estado
mexicano. Existía la Corona española, la cual celebraba algunas fechas, en
especial religiosas, que generaban descansos, y estas jornadas tenían una
lógica: respondían a descansos que las actividades productivas de su época
ameritaban, obligaban o requerían, particularmente las que tenían que ver con
el campo, y se convertían en días de descanso, de acuerdo con la lógica del
ciclo productivo. En México, hasta principios del siglo XIX, las vacaciones se
establecían religiosamente, y religiosamente respondían a una necesidad social.
“Eso
cambia --indica el especialista-- con el surgimiento del Estado mexicano, que
regula las fiestas religiosas y empieza a establecer su propio calendario
cívico, que en cierta forma responde al anterior, y el anterior responde a las
formas de producción y esto no cambia totalmente a lo largo del siglo XIX. Esas
fechas cívicas se van colocando espaciadas de tal manera que permiten que la
sociedad descanse para que produzca mejor, y esos días, originalmente no pueden
romper completamente con la tradición religiosa”.
Aunque
esta es una forma de secularizar las fechas religiosas, hay gente que todavía
responde a esta necesidad de culto. En realidad, fechas como la de Semana Santa
ya no constituyen una tradición para la mayoría de la población que, por el
contrario, asume simplemente que son días de descanso.
Roberto
Blancarte explica que en este proceso de secularización muchos creyentes no
necesariamente son practicantes de todos los rituales que establece su iglesia.
Describe que en los últimos 50 u 80 años las personas que siguen la religión
católica, por ejemplo, no van regularmente a misa, ni practican su religión
como la jerarquía católica quisiera. “Van desarrollando una especie de creencia
a su manera, en la que hay una praxis personal y no necesariamente la que
establece la institución y que muchos de estos creyentes no se sienten
obligados a seguir en ningún nivel, que pueden ser desde ceremonias religiosas
hasta prácticas cotidianas en días que pueden calificarse como más sagrados o
santos. No quiere decir que la gente deje de ser creyente, simplemente lo es a
su manera”.
Esto
tiene que ver con las propias formas en que se ha transformado el país y su
población, un proceso en el que han desaparecido una serie de aspectos que
hacen se identifiquen con una profesión religiosa, lo que ha llevado a que las
tradiciones institucionales religiosas disminuyan (como también la práctica
religiosa).
El
investigador de El Colegio de México señala que en este proceso de
secularización se ha observado la reinstalación de una especie de nueva
tradición revivida, en este caso, representaciones de la pasión de Jesús con un
enfoque más turístico que religioso, con muchos cambios, que lo que
tradicionalmente se asumía como un deber religioso ya no lo es para los propios
creyentes, que incluso pueden optar en estos días de ir a una playa, asistir a
una procesión religiosa o quedarse en casa.
En
esta evolución las instituciones eclesiásticas han ido perdiendo el control de
la vida social que antes giraba en torno a la vida religiosa. En México y otras
partes del mundo la vida parroquial en muchas poblaciones estaba en el centro
de la actividad, pero en la medida en que hubo un proceso de urbanización y de
industrialización cambió la forma de trabajar de la gente incluida la forma de
llevar a cabo sus tradiciones religiosas y estas, con el tiempo, se fueron
perdiendo, no solo por la urbanización per se; las esferas económica, política
y cultural comenzaron a ser cada vez más autónomas, lo religioso ya no podía
ser más el eje rector de esas actividades. La religión quedó como un ámbito de
actividad específico para las personas.
Blancarte
Pimentel comenta que el proceso de secularización es muy complejo. La sociedad
se ha transformado, para bien o para mal, y esto ha tenido efectos positivos en
muchos sentidos, sobre todo en el ámbito de las libertades individuales.
Aunque, evidentemente, los que añoran el pasado, pueden considerarlo negativo.
(Academia Mexicana de Ciencias).
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