Celebran
a Santa Cecilia, patrona de los músicos
CANCÚN.—
Previo a los festejos patronales de Cristo Rey el próximo domingo 25 de
noviembre, festividad religiosa con la que termina el año litúrgico para dar
inicio al adviento del latín "advenire" advenimiento o tiempo de
espera a la llegada del Niño Dios en Navidad, este jueves la Iglesia celebró a
Santa Cecilia, quien a través de una traducción dudosa se convirtió al
catolicismo además de convertirse por este hecho en la patrona de la música,
motivo por el cual este sector de la sociedad celebra con procesiones rezos,
misas a su santa patrona.
La
antigüedad de su martirio y la amplitud de su recuerdo hicieron que su nombre
esté presente en el canon de la Misa. También por este motivo, son numerosas
las dedicaciones de templos a su nombre y puestos bajo su protección.
Lo
extraño es que a pesar de tanta y tan notoria devoción se sepa tan poco de su
vida; y digo saber, porque lo que nos ha llegado contado sobre su martirio en
la “pasión”, escrita muy tardíamente (s. VI), no es fiable desde el punto de
vista histórico.
Suelen
presentarla como perteneciente a una familia ilustre, de la nobleza romana, del
linaje de los Cecilios, anteriores a Cristo y emparentados con Metelos y
Pomponios. A Cecilia le señalan como antepasadas a Caya Cecilia y a Cecilia
Metea, sin que en realidad sean estos datos demostrables; colocarla dentro de
la flor y nata de los patricios romanos podría deberse al vivo deseo de ensalzar
la figura de la santa o a la necesidad de cubrir la ausencia de datos con una
mera posibilidad.
Dicen
que se quedó huérfana desde pequeña, que la instruyó en la fe el obispo Urbano
y que se bautizó a los trece años. La presentan los escritos dedicada a la
oración, con obras de penitencia y asistiendo a los oficios de culto sin
remilgos ni disimulos, aunque los tiempos no estaban para muchos aspavientos.
¡Qué otra cosa podían hacer los dados a la hagiografía si tienen que hablar de
la vida de una santa y no disponen de materiales que le sirvan para su intento!
Es lógico que apliquen a su figura todas las virtudes que son concebibles en su
vida cristiana y quizá también deseen hablar de las que deberían tener los
lectores de su vida para sentirse animados a su imitación. Se muestran
extremadamente explícitos en hacer mención de la generosidad que Cecilia
demostraba con las colas de pobres que se acercaban a la puerta de su casa en
la Vía Apia donde siempre había un plato de sopa caliente y unas limosnas. Y aún
son más las alabanzas a la santa cuando se explayan en poner de relieve la
radicalidad de su fe hasta el punto de formular en su temprana edad un voto de
castidad que puso bajo la custodia de su Ángel.
Lo
sorprendente para el hombre de nuestro tiempo tan refinado y culto es que
contrajo matrimonio con Valeriano y fue en la misma noche de bodas, después de
las capitulaciones matrimoniales, cuando manifestó a su esposo el voto de
virginidad que había hecho y lo importante que era respetarlo porque era nada
menos que su ángel quien la defendería ante cualquier atropello. Pero lo más
insólito del caso es que Valeriano -mucho debía amarla- no se sintiera
defraudado por tal planteamiento y aceptara la condición de buen grado.
Valeriano
y su hermano Tiburcio son dos mártires bien documentados en la iglesia de Roma.
Se convirtieron del paganismo a la fe y dieron su vida por ella. Igual que
Cecilia que fue condenada a muerte por decapitación, probablemente en tiempos
de Marco Aurelio, sin que los primeros golpes de hacha sobre su cuello le
llegaran a hacer daño.
Tampoco
se sabe muy bien de dónde le viene a la santa su patronazgo sobre la música ni
su protección a los amantes de las corcheas. ¿Sería por aquello de que “cantaba
a Dios en su corazón”? Eso es lo que sucede cada vez que se reza a Dios con
toda el alma. Quizá alguien, al leerlo en su passio, llegó a pensar en Cecilia,
soprano acompañada de instrumentos musicales, y luego se decidió a divulgar la
figura pintándola con su órgano.
Aunque
no siempre fue así; Stefano Maderna, artista no muy conocido, esculpió la
figura de santa Cecilia en mármol de Carrara, haciendo una estatua yacente, con
las manos entrelazadas, mostrando una el dedo índice y la otra tres,
simbolizando la fe inquebrantable en la unidad divina y en la trinidad de
personas. En el altar mayor de la iglesia de su nombre, en el Trastévere
romano, puede contemplarse la efigie junto a las reliquias milagrosas de la
santa.
Como
Cecilia ya trasciende el tiempo y está por encima de los defectos humanos que
ella sabe comprender y disculpar, atenderá la súplica de los aún viandantes
para formar parte un día del maravilloso coro del cielo, sin importarle mucho
que seamos sordomudos, tengamos mal oído o no seamos capaces de disfrutar del
pentagrama. (Fuentes: archimadrid.es y aciprensa).
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