La
limosna, la caridad, y la solidaridad
La
Solidaridad nació al mismo tiempo que la violencia. Los primeros humanos eran
generalmente solidarios con los de su clan, mientras eran violentos con los de
otros clanes que pugnaban entre sí por cotos de caza, guaridas naturales, o
simplemente la necesidad de aumentar sus propios clanes con hembras capturadas.
La
violencia, brutal y poco digna de seres civilizados, nos acompaña hasta
nuestros días, pero la solidaridad se ha ido transformando con el tiempo
adquiriendo matices diferentes.
Con
la religión institucionalizada apareció la Limosna, la cual se realiza para
cumplir dogmas y normas más que para expresar solidaridad con los desamparados.
Quien daba limosna podía hacer más expedito su viaje al Paraíso, hacerse
perdonar pecados, incluso comprar los favores de quien administraba la fe en su
entorno. Como la limosna no nace sino se impone resultaba peyorativa y hasta
humillante; provocaba hasta la aparición de limosneros profesionales que
trataban de engañar a quienes repartían monedas y de paso burlarse de los
humilladores.
Nació
entonces la Caridad la cual resulta forma más refinada y menos humillante de
dar limosna. Hace Caridad quien se desprende de parte de sus vestimentas para
entregarlas a los pobres, o establece comedores donde los hambrientos pueden
paliar por un tiempo su hambre, adopta un desamparado, costea la intervención
quirúrgica de alguien incapaz de hacerlo por sí solo, y otras formas más.
Se
refinó tanto la Caridad que permitió a los millonarios fundar bibliotecas,
crear hospitales y hospicios; todo ello, no siempre pero sí muchas veces,
permitiéndoles reducir impuestos que de ser bien empleados servirían para esos
mismos fines.
Dio
también oportunidad a los menos ricos a entregar dineros destinados a luchar
contra el cáncer u otra enfermedad, mandar alimentos a lugares donde la miseria
es extrema, proporcionar la forma de llevar agua a lugares de gran sequía, y
otros cientos de maneras.
Para
bien de la humanidad han existido personas caritativas entregadas totalmente a
servir al prójimo. Un caso muy especial es el de la ya desaparecida Madre
Teresa de Calcuta, que sobrepasó para bien las prácticas de monjas que laboran
en asilos u hospitales muy meritorias también de reconocimiento.
Pero
la Solidaridad se negó a morir y hoy instituciones, organizaciones
independientes y hasta algunos Estados, comparten lo que tienen, lo cual es
diferente a entregar lo que sobra, ello sin esperar nada a cambio.
Médicos
sin Fronteras, Brigadas de Salud costeadas por países pobres, y hasta personas
convertidas en misioneros, dan fe de ello.
La
solidaridad deberá existir por siempre, aunque aspiramos a que llegue el
momento en que no esté dirigida a reducir miserias sino a fomentar desarrollo
con lo cual se eliminarían las terribles diferencias. Ejemplo de esto han
existido y existen, naciones que brindan becas para que estudien y se hagan
profesionales aquellos que no lo pueden lograr en su terruño, que aportan
especialistas encargados de promover prácticas promovedoras de avances
agrícolas o industriales, y que por desgracia provienen a veces de los países
menos desarrollados.
Hoy
toda la humanidad corre peligro. Una guerra nuclear, un fenómeno natural, las
enfermedades y la insalubridad, pueden hacerla desaparecer o, en el mejor de
los casos, hacerla regresar a los tiempos primitivos.
De
esos peligros sólo la Solidaridad puede salvarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario