Estados
Unidos y Cuba,
una relación siempre avinagrada
N. Mario Rizzo M.
Un
estrecho muy angosto, el de la Florida, ha separado geográficamente a los Estados
Unidos y Cuba desde mucho antes de ser naciones; pero realmente la mayor separación
ha sido siempre consecuencia de absurdas aspiraciones, intereses políticos y
económicos, y un tradicional desprecio hacia sus vecinos por parte, si no del
pueblo norteamericano, de muchos de los integrantes de su clase política.
Hoy
en día existen cubanos que verían con buenos ojos que la isla hubiese formado
parte de la Unión Norteamericana; cierto que son pocos y desprovistos de
argumentos capaces de acrecentar la cifra de interesados, pero a inicios del
siglo XIX fue una de las corrientes ideológicas opuestas al reformismo
ligeramente tolerado por la corona española.
Aquellos
anexionistas buscaron el apoyo norteamericano para oponerse al coloniaje
ibérico, algunos eran honestos en cuanto a su admiración por la gran nación
independizada de Gran Bretaña hacía pocos años, y hasta llegaron a ofrendar su
vida luchando por ese ideal, que poco después fue minimizado al despertar una
conciencia nacional fundamentalmente independentista.
Pero
lo cierto es que desde el norte se veía con escepticismo una posible anexión.
Los estados del sur la apoyaban pues la nueva estrella de la bandera sería un
estado esclavista más, mientras los del norte rechazaban tal posibilidad y
catalogaban la acción como una mala adquisición de una isla habitada por gente
analfabeta, poco laboriosa y acostumbrada a vivir insalubremente. Llegaron
incluso a evaluar una posible independencia cubana como la aparición de un
nuevo Haití y el propio presidente Adams
instruyó a su secretario de
Estado, Clay, para hacer todo lo posible porque Cuba se mantuviese en la
órbita española hasta que como fruta madura cayera por su propio peso en la de
los Estados Unidos.
Pero
la fruta no cayó por sí misma, desde 1868 se inició la lucha por la
independencia y cada vez más quienes la conducían radicalizaron su postura
rechazando cualquier intento de compromiso con los poderosos vecinos.
Papa Francisco. |
Primero
los Estados Unidos hicieron todo lo posible por hacer fracasar el movimiento
independentista, llegando incluso a confiscar armas y embarcaciones adquiridas
mediante colectas entre los emigrados cubanos, mas después, cuando los cubanos
tenían casi ganada la guerra donde España había gastado hasta su última peseta,
volaron un barco de guerra norteamericano surto en el puerto de La Habana para
intervenir declarando la guerra a España.
Una
vez involucrado en la guerra de independencia de Cuba contra España el plan
norteamericano "establecía emplear las fuerzas del Ejército Libertador
constantemente en reconocimientos y acciones en la vanguardia, de modo que
sufriera entre dos fuegos, y sobre él recayeran las acciones más peligrosas y
desesperadas", y resumía: "que
su política debía ser siempre apoyar al más fuerte contra el más débil, hasta
que hayamos obtenido el exterminio de ambos, a fin de anexarnos a la Perla de
las Antillas" (Memorando del Secretario de Guerra de los Estados Unidos)
Derrotada
la metrópoli a las tropas mambisas se les prohibió incluso desfilar junto a las
norteamericanas, alegando que las mismas podrían cometer actos de venganza, lo
que motivó la famosa respuesta del General Calixto
García comparando a sus tropas con las que en su momento habían sido
comandadas por Washington en Norteamérica y garantizando su integridad moral y
respeto a las normas internacionalmente reconocidas, luego se firmó la paz en
París sin la participación de los líderes insurrectos cubanos y se obligó a la
joven nación a licenciar su ejército y aceptar una ley norteamericana enmendada
por el Sr. Prat cercenadora de la soberanía nacional.
Etapa
“independiente”
Durante
61 años Estados Unidos controló económica y políticamente a Cuba. A finales de
los 50 la mafia, amparada por senadores y congresistas, estaba a punto de
convertir a la isla en un gran prostíbulo lleno de casinos a lo largo de su
costa norte desde Pinar del Río a Matanzas. Para eso podrían ser buenos los
cubanos.
Tanto
fue así que un periodista norteamericano que visitara Cuba publicó un artículo luego reproducido por la
revista Selecciones en 1957 donde decía:
Se
le pregunta al profeta: “Maestro, hablemos de los cubanos”. El profeta recogió
en su puño su túnica y dijo: Los cubanos están entre vosotros, pero no son de
vosotros. Los cubanos, los cubanos beben en la misma copa la alegría y la
amargura; hacen música de su llanto y ríen de su música.
Los
cubanos toman en serio los chistes y hace todo lo serio un chiste. Los cubanos
creen en el catolicismo, en changó, en la charada, y en los horóscopos al mismo
tiempo, no creen en todo. No discutáis con ellos jamás. Los cubanos nacen con
sabiduría, no necesitan leer, todo lo saben. No necesitan viajar, todo lo han
visto. Los cubanos son el pueblo elegido de dios para ellos mismos.
Los
cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia, y en
grupos por su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva la chispa del
genio y no se llevan bien entre sí. De ahí que reunir a los cubanos es fácil,
pero unirlos es imposible.
Barack Obama. |
No
le habléis de lógica, pues esto implica razonamiento y mesura y los cubanos son
hipersabios y desmesurados. Si os invitan a comer, os invitan no al mejor restaurant
del pueblo sino al mejor restaurant del mundo. Cuando discuten, no dicen “No
estoy de acuerdo con usted, dicen, está completamente equivocado”. Tienen una
tendencia antropológica.
“Se
la comió” es una expresión de admiración, comerse un cable es señal de
situación crítica y llamarle a alguien COMEMIERDA es su más usual y lacerante
insulto.
Aman
tanto la contradicción, que llaman MONSTRUOS a las mujeres hermosas y BARBAROS
a los eruditos.
Los
cubanos dan soluciones antes de conocer el problema, de ahí que para ellos
nunca hay problemas.
Cuando
visité su isla me admiraba el hecho de que cualquier cubano sabía cómo liquidar
el comunismo, encausar a la América Latina, eliminar el hambre en África y
enseñar a los Estados Unidos a ser potencia mundial.
Cuando
como profeta quise predicar mis ideas, comenzaron por mostrarme lo que tenía
que hacer para un buen predicador, y se asombran de los que los demás no
entiendan cuan sencillas y evidentes son sus fórmulas.
Así
viven en cualquier parte del mundo y no acaban de entender porqué la gente no
habla su español.
La
dictadura de Batista
cayó y los jóvenes que dirigieron aquella etapa de cruentas luchas no
permitieron se mediatizara su triunfo. Comenzó entonces una etapa propia de la
guerra fría que incluyó cientos de intentos de asesinato de líderes cubanos,
invasiones y agresiones de todo tipo, hasta una crisis nuclear en 1962 que puso
al mundo al borde de su aniquilación.
La
actitud norteamericana de suspender las relaciones diplomáticas (1961), cerrar
su mercado a los productos cubanos, suspender los suministros de hidrocarburos,
no hizo más que radicalizar la posición cubana y acercar la isla al entonces
llamado campo socialista.
El
bloqueo, allá llamado embargo, ha sido el de mayor duración y alcance en la
historia mundial, todavía existe y sigue siendo un escollo para una verdadera
normalización de relaciones, junto con la ocupación de parte de la bahía de Guantánamo.
Fidel Castro. |
Ahora,
cuando se han restablecido las relaciones diplomáticas, y ambas partes
conversan en pie de igualdad, cabe preguntarse cuánto puede haber cambiado la
percepción sobre los cubanos por parte de quienes por 200 años han mantenido
opiniones adversas, y justo en este momento salen a relucir unas proféticas
palabras, que según el periodista argentino Pedro Jorge Solans y este publicara en El Diario, para luego ser
reproducido por Clarín, pronunciara
Fidel Castro en 1973.
Castro
respondía preguntas de la prensa extranjera luego de su visita a Vietnam y el periodista
inglés Bryan Davis le preguntó:
¿Cuándo
cree usted que se podrán restablecer las relaciones entre Cuba y Estados
Unidos, dos países tan lejanos a pesar de la cercanía geográfica?
Estados
Unidos vendrá a dialogar con nosotros cuando tenga un Presidente negro y haya en el mundo un Papa latinoamericano.
Algunos
han calificado la historia como una leyenda urbana, pero lo cierto es que
efectivamente el mundo ha tenido que cambiar lo suficientemente como para que
un negro presida los Estados Unidos y un argentino dirija el Vaticano, no es de
extrañar entonces que los Estados Unidos y Cuba puedan iniciar una nueva época.
De
los líderes de ambas naciones depende aprovechar favorablemente los nuevos
tiempos para obtener buen vino y no vinagre.
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