Once
horas en La Habana
John Kerry recorrió calles de La Habana acompañado por el historiador cubano Eusebio Leal. |
LA
HABANA.— La visita de John Kerry a La Habana apenas ocupó 11 horas de su apretada
agenda. Era el primer Secretario de Estado (Canciller o Ministro de Relaciones
Exteriores) que visitaba la capital cubana desde que a mediados de la década
del 40 del pasado siglo lo hiciera quien por aquellos años ocupaba igual cargo.
En
ese corto tiempo tuvo la posibilidad de asistir al izamiento de la bandera
norteamericana en la ahora embajada de Estados Unidos en Cuba, reunirse con funcionarios
y familiares de la misión, sostener un encuentro con el canciller cubano Bruno
Rodríguez seguido de breve conferencia de prensa conjunta, visitar al cardenal
Jaime Ortega en el Arzobispado de La Habana, recorrer lugares emblemáticos de
La Habana Vieja acompañado por el historiador de la ciudad Eusebio Leal,
conocer la finca La Vigía donde vivió el premio Nobel Ernesto Hemingway, y
hacerse presente en la residencia del embajador donde también se izó la bandera
estadounidense antes de celebrar con varios invitados el histórico suceso.
El
maratón diplomático no estuvo exento de matices turísticos, lo cual comenzó
desde que al iniciar su discurso, de espaldas al mar, señalara que agradecía le
hubiesen permitido aparcar su transporte detrás del podio al tiempo que los
asistentes y televidentes pudieron apreciar tres vehículos Chevrolet, entre
ellos un Impala 1959, facilitados por el Club de Autos Clásicos de La Habana.
Hubo
también emoción, pues la bandera a izar fue entregada a los jóvenes marines
encargados de la tarea por tres veteranos quienes en 1960 fueron los encargados
de arriarla tras haber los Estados Unidos roto sus relaciones con Cuba.
John Kerry admirado un automóvil Chevrolet. |
El
discurso no aportó nada nuevo, así como la entrevista de prensa, salvo el
acuerdo entre las partes de nombrar una comisión encargada de organizar el
debate de los temas en litigio tratando de adelantar en todo lo posible en
aquellos donde existen coincidencias y preparar las discusiones sobre los más
difíciles, o visto de otra forma, conseguir resultados lo más rápidamente
posible sin renunciar cada parte a lo que considera sus principales
reclamaciones.
Los Estados Unidos pretenden lograr convertir a Cuba en una democracia representativa al más
puro estilo “occidental” y conseguir sean compensadas las empresas
norteamericanas cuyas propiedades fueron nacionalizadas hace 55 años.
Cuba
exige la supresión del bloqueo-embargo comercial y financiero, la devolución
del territorio ocupado por una base norteamericana en la bahía de Guantánamo,
la suspensión de las transmisiones radiales y televisivas hacia la isla, la
indemnización por las pérdidas producidas por el bloqueo, entre otros reclamos.
De
hecho ambas partes coinciden en que sostener relaciones diplomáticas plenas
sólo es una forma de iniciar un largo y complicado camino hacia la
normalización.
Izamiento de la bandera estadounidense en el edificio de la embajada en La Habana. |
Los Estados Unidos en un año preelectoral, deben calcular los costos políticos que un cambio
radical hacia Cuba pudieran representar, mientras todo parece indicar que los
demócratas no olvidan aquellas elecciones que les fueron robadas por obra y
gracia de la derecha ultraconservadora cubano norteamericana de La Florida hace
15 años. Habrá que esperar algo más de un año para conocer si un nuevo inquilino
demócrata impulsaría aún más el acercamiento o si un republicano haría lo
posible por dar marcha atrás.
Lo
cierto es que Kerry, aquejado aún por su fractura de pierna, no pudo pedalear
por el Malecón habanero, pero sí pudo al menos conversar con artesanos, ver
sitios emblemáticos de la ciudad, intercambiar con personalidades y
transeúntes, olvidando muchas veces el bastón que todavía utiliza.
No
es difícil imaginar que por mucho tiempo John Kerry recordará su visita a La
Habana con un radiante sol, una elevada humedad relativa, y altas temperaturas,
pero no por las condiciones meteorológicas sino por lo de muy productivo que su
estancia de once horas puede resultar si ambas partes coinciden en seguir
avanzando por un camino imposible de imaginar hace sólo unos pocos meses.
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