Corrupción
e impunidad
La
mentira arraigada a las costumbres del pueblo mexicano es situación difícil de
erradicar debido a que es parte a su vez de la corrupción y de la impunidad que
tantas muertes causa. Estas dos van unidas al temor a enfrentar la verdad, tal
cual sería el miedo al regaño, al castigo, a la represión, o el miedo a perder
ciertos bienes pequeños o algunos privilegios, incluso el miedo a perder algo
vital como el salario, por lo que la falsedad y el engaño son los cimientos
principales para que se edifique la corrupción escondida por el temor a quedar
de manifiesto por la verdad. Lamentablemente ha llegado a ser el modo de vida
ordinario de la sociedad, donde reina la desconfianza en el crecimiento
personal y armónico de una sociedad que se ha degradado en todos los aspectos
de su vida.
Es
en este sentido que la falsedad da mayor importancia a la mentira, porque en la
gran mayoría de los casos se cree que se es de mayor calidad moral, cuando se
tiene la capacidad de mentir, engañar u ocultar la verdad, como es el caso de
los políticos que prometen pero no cumplen, además de que estos son
especialistas en falsear las cifras en economía, así como cuando las
autoridades se comprometen a realizar un trabajo que beneficiará a la comunidad
en un determinado tiempo y no cumplen, incluso hasta llegan a prometer la
utilización de un material de calidad y con tal de obtener ganancias fáciles,
ponen uno de menor calidad, motivo por el cual el sistema político engaña al
ciudadano con los fraudes, abusos de confianza, cohecho, mordida, y todo tipo
de corrupción, lo que parece ser su modus vivendi.
Pero
al ser la corrupción parte de la cultura del sistema político mexicano, también
lo es del ciudadano que aprende a vivir la falsedad desde el seno del hogar,
donde les enseñan a sus hijos la mentira, además de que en la escuela se
aprueba a los alumnos para que continúen sus estudios superiores a pesar de
tener conciencia que no saben, como dice el Santo Evangelio según San Juan
capítulo 3, versículo 19: “Todo el que obra el mal, aborrece la luz y no va a
la luz para que no sean censuradas sus obras” (Jn. 3, 19).
La
corrupción siempre irá de la mano de la impunidad, la cual significa una
excepción de castigo o escape de la sanción que implica una falta o delito, es
decir es un derecho internacional de los Derechos Humanos, que se refiere a la
imposibilidad de llevar a los violadores de estos ante la justicia y, como tal,
constituye en sí misma una negación a sus víctimas de su derecho a ser
reparadas. La impunidad es común en países que carecen de una tradición del
imperio de la ley, sufren corrupción política o tienen arraigados sistemas de
mecenazgo político, o donde el poder judicial es débil o las fuerzas de
seguridad están protegidas por jurisdicciones especiales o inmunidades.
Y
finalmente la corrupción política se refiere al mal uso del poder público para
conseguir una ventaja ilegítima generalmente de forma secreta y privada y su
término opuesto es la transparencia, motivo por el cual la corrupción se define
como toda violación y/o acto desviado, de cualquier naturaleza, con fines
económicos o no, ocasionada por la acción u omisión de los deberes
institucionales, de quien debía procurar la realización de los fines de la
administración pública y que en su lugar los impide, retarda o dificulta".
Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o de transparencia de un
Estado legítimo.
Las
formas de corrupción varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de
información privilegiada y el patrocinio; además de los sobornos, el tráfico de
influencias, las extorsiones, los fraudes, la malversación, la prevaricación,
el caciquismo, el compadrazgo, la cooptación, el nepotismo, la impunidad, y el
despotismo. La corrupción facilita a menudo otro tipo de hechos criminales como
el narcotráfico, el lavado de dinero, y la prostitución ilegal, aunque por
cierto, no se restringe a estos crímenes organizados, y no siempre apoya o
protege otros crímenes. Cualquier parecido con la realidad de México, es mera
coincidencia. (Fragmentos tomados del libro Crecer en las manos del Padre I,
hasta la total plenitud de Dios, Monseñor Carlos Talavera Ramírez).
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