La
estrategia de EU para Cuba
en el espacio público digital
“Cuando
puedas conseguir que otros admiren tus ideales y que quieren lo que tú quieres,
no tienes que gastar mucho en palos y zanahorias para moverlos en tu dirección.
La seducción es siempre más efectiva que la coerción”.
Joseph
S. Nye Jr.
Cuando
el pasado 16 de junio de 2017, el presidente estadounidense Donald Trump
proclamaba en Miami la reversión de la política hacia Cuba de su predecesor
Barack Obama, blasonando de realizar una “cancelación total del mal acuerdo con
el régimen cubano”, un asunto (entre otros), lo dejaba conectado a la
estrategia anterior, en clara comunión de las élites imperiales: el uso de las
telecomunicaciones para el propósito de “cambio de régimen”.
La
Orden Presidencial que el multimillonario neoyorquino firmaba ese día,
orientaba al Secretario de Estado Rex Tillerson a coordinar un grupo de trabajo
“para examinar los retos tecnológicos y oportunidades para expandir el aceso a
Internet en la isla”.
Recién
este martes, 23 de enero, el Departamento de Estado ha emitido una Nota de
Prensa en la que informa de la creación de una Fuerza de Tarea para el Internet
en Cuba, compuesto por representantes de organizaciones gubernamentales y no
gubernamentales, con el objetivo de “promover el flujo de información libre y
no regulada en Cuba”.
El
grupo de trabajo, según la nota, “examinará los desafíos tecnológicos y las
oportunidades para expandir el acceso a internet y los medios de comunicación
independientes en Cuba”.
La
primera reunión pública de la Fuerza de Tarea será el próximo 7 de febrero en
el Edifico Harry S. Truman del Departamento de Estado.
Estrategia
reciclada
No
es la primera vez que Estados Unidos conforma una entidad especial para trazar
estrategias de penetración y desestabilización en el espacio público digital
cubano.
El
14 de febrero de 2006, la Secretaria de Estado de la administración Bush,
Condoleezza Rice, creó el Grupo de Trabajo para la Libertad Global de la Red
(Global Internet Freedom Task Force) con el objetivo de “maximizar la libertad
de expresión y el libre flujo de información e ideas”, a partir del uso de la
internet. Dicha organización multiagencias, subordinada al Departamento de
Estado, tenía la misión de supervisar especialmente a China, Irán y Cuba.
Con
la llegada del gobierno Obama, neto producto del marketin político basado en
sofisticadas estrategias en la web, la elaboración de planes desestabilizadores
a nivel global con el uso de las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación tuvo un notable desarrollo y alcanzó centralidad en las
estrategias de política exterior. Cuba siguió siendo uno de los blancos
predilectos.
Tras
el desastroso legado de W. Bush, que dejó a EE.UU. aislado y con un creciente
rechazo internacional, Barack Obama entró a la Casa Blanca haciendo suyas las
recomendaciones de la Comisión Bipartidista copresidida por Richard Armitage y
Joseph S. Nye, que planteaba un escenario en el que: “los Estados Unidos deben
llegar a ser una potencia inteligente a través, una vez más, de la inversión en
el bien común o proporcionar cosas que la gente y los gobiernos en todas las
partes del mundo quieren pero no pueden obtener en ausencia de un liderazgo
estadounidense”.
El
Poder Inteligente y la Diplomacia Pública pasaron a ser instrumentos esenciales
de la política imperial de EE.UU. en las relaciones internacionales. Se
apostaba a la influencia cultural e ideológica del poderoso Estado– Nación para
conquistar la mente y los corazones de la sociedad civil internacional; se
apelaba a herramientas ideológicas, culturales, simbólicas e informacionales a
través del control de los medios y espacios de comunicación y de las
Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) para la conformación de
estados y matrices de opinión favorables a los intereses hegemónicos.
Estados
Unidos, en la llamada era de la Sociedad Informacional, situaba a la
“diplomacia de internet” como su campo de batalla más favorable.
En
sus palabras al tomar posesión como Secretaria de Estado, el 21 de enero de
2009, Hillary Clinton declaraba: “…es necesario utilizar la fuerza de internet
contra los países que combaten a los medios de comunicación estadounidenses,
sobre todo empleando Facebook, Youtube, Flicker y Twitter para hacer llegar
allí las voces de Estados Unidos…”
Mientras
el Secretario de Defensa Robert Gates consideraba que las redes sociales como
Twitter constituyen “bienes estratégicos de vital importancia para Estados
Unidos”. Para los estrategas militares, tales canales de comunicación son
esenciales para una doctrina de Guerra No Convencional diseñada para desestabilizar
naciones sin el uso directo de fuerzas castrenses.
Estas
nuevas concepciones de política exterior se expresan claramente en documentos
rectores del Gobierno estadounidense como las Estrategias de Seguridad Nacional
de 2010 y 2015 y la Primera Revisión Cuatrienal de Diplomacia y Desarrollo
(QDDR) de 2010.
También
con el propósito de información, influencia y persuasión en función de
objetivos previamente definidos, la administración Obama aprobó en el 2012 el
Marco Nacional para la Comunicación Estratégica; y en el 2011, el Congreso
había definido una estrategia para la “conectividad efectiva” en Latinoamérica
que definía programas para ampliar la infraestructura y el acceso digital para
generar “iniciativas que incrementen la capacidad de los ciudadanos de provocar
cambios”.
Los
grandes emporios tecnológicos de la comunicación y los gurúes de las redes
sociales se han erigido en fieles escuderos de estas estrategias.
El discreto
encanto de la seducción
Con
el vuelco político que el gobierno de EE.UU. le dio a su relación con Cuba el
17 de diciembre de 2014, reconociendo el fracaso de su política agresiva y
aislacionista de más de 50 años, y apostando por nuevos métodos que conduzcan
al mismo resultado estratégico (“el cambio de régimen”): el Poder Inteligente y
la Diplomacia Pública pasaron a expresarse en toda su magnitud.
Se
definió sin ambigüedades que no es la hora de la fuerza, sino de la utilización
intensiva y conveniente de la producción cultural e informativa estadounidense
para la construcción de un consenso a favor del capitalismo en Cuba,
sobrevalorando “la dependencia que existe entre las nuevas relaciones
económicas, la cultura emergente y el nuevo espacio público digital que EE.UU.
lidera”.
En
Conferencia de Prensa que ofreció el 19 de diciembre de 2014, el Presidente
Barack Obama señalaba: “Creo que comenzará dando tropezones, pero a través del
compromiso tenemos más oportunidad de generar el cambio que si lo hubiéramos
hecho de otra forma. [ … ] Pero cómo va a cambiar la sociedad, el país específicamente;
pudiera suceder rápido o pudiera suceder más lento de lo que me gustaría, pero
va a suceder, y pienso que este cambio de política va a promover eso”.
La
administración Obama identificó el espacio digital como el escenario de la
disputa simbólica por excelencia entre nuestros sistemas políticos, ya que allí
están instalados los jóvenes, se fidelizan nuevos flujos de intercambio de
información, se abren desreguladamente medios de comunicación asociados al
capital privado, se experimentan dificultades en el sistema de medios públicos.
Para el gobierno de Estados Unidos “… la web forma parte de una batalla
política de mayores dimensiones”.
En
la proyección de Washington hacia Cuba tienen un peso significativo dos
variables fuertemente interconectadas: el libre flujo de información (la
libertad para que EE.UU. despliegue toda la producción simbólica alineada con
sus objetivos políticos en Cuba) y el acceso a los servicios y tecnologías de
telecomunicaciones (para dotar de la infraestructura física y lógica que
facilite esa expresión simbólica en el espacio público digital cubano).
En
la propia intervención ante los medios del 19 de diciembre de 2014, el
Presidente Barack Obama enfatizó en “… la posibilidad de ampliar la
disponibilidad de las telecomunicaciones y la internet en Cuba de una forma que
no había sucedido antes. Y con el tiempo, eso corroe esta sociedad tan cerrada
y pienso que entonces ofrece las mejores posibilidades de conducir hacia más
libertad y mayor autodeterminación para el pueblo cubano”.
No
por gusto, fueron las Telecomunicaciones la única área en la que Obama aprobó
la posibilidad de inversiones en Cuba; a la vez que se destinaba un alto por
ciento de los más de 20 millones anuales aprobados para los programas contra
Cuba a proyectos subversivos en el mundo digital.
Fondos
para abrir sitios digitales y blogs dedicados particularmente hacia Cuba,
programas especialmente diseñados para nuestro país como Zunzuneo, Piramideo y
Commotion, becas y viajes para jóvenes periodistas con seductores propósitos,
estrategias avanzadas de manejo de redes sociales y pago de la cibermilitancia
del acoso contra quienes defiendan la Revolución, han sido parte de la
estrategia financiada desde Washington y desde terceros países.
No tan
inteligente, pero con la misma mala idea
Poco de poder suave o inteligente se ha visto
en la administración Trump en su primer año de gobierno; pero sea “duro”,
“blando”, “hábil” o “coercitivo” el poder que ejerce el imperio, no hay dudas
que la batalla por el control del espacio público digital es elemento central
de sus proyecciones geoestratégicas.
Cuba
no puede faltar en esos planes de dominación de mentes y corazones a través de
las redes y los símbolos.
Según
el Memorando Presidencial de Seguridad Nacional emitido en junio, la recién
constituida Fuerza de Tarea para Cuba también examinará las posibilidades de
expandir programas federales de apoyo a “actividades que fomentan la libertad
de expresión a través de medios independientes y la libre internet para que el
pueblo cubano pueda disfrutar del flujo libre y no regulado de información”.
Con
similares propósitos “democratizadores” y aviesamente subversivos, trabaja la
Oficina de Trasmisiones para Cuba (OCB, por su sigla en inglés), que supervisa
a las mal llamadas TV y Radio Martí y cuenta con un presupuesto de unos 28
millones de dólares anuales. La OCB, con una derivación muy significativa en
los últimos años de sus gastos y esfuerzos al mundo digital, será parte de la
Fuerza de Tarea, según lo estableció el Memorando de Trump.
Se
ha de esperar en adelante, nuevos y sofisticados programas y nuevos y
atractivos medios en nuestro espacio público digital, bien financiados y
claramente dirigidos a bombardear, imponer, dominar y controlar a través de
símbolos e ideas con empaque imperial.
Una respuesta
conectada
La
Cuba que hoy se enfrenta a este nuevo desafío cultural, ideológico,
comunicacional y tecnológico, lo hace con una base de conocimientos
generalizada sobre el uso de las TICs y una amplia masa de profesionales de la
informática, la cibernética y las telecomunicaciones, con una creciente
conectividad que hoy abarca a un 40% de los ciudadanos con acceso a Internet y
más de 4.5 millones de dispositivos móviles funcionando en el país, así como
con un crecimiento exponencial (el más alto del mundo en 2017) de presencia en
las redes sociales, especialmente Facebook.
Pero,
en esta batalla de cada minuto, se necesita de más generación de contenidos y
servicios propios, de una presencia mayor de actores políticos y sociales en el
ámbito digital, de un reforzamiento de los medios públicos de comunicación, de
una estrategia más concertada de investigación sobre este ámbito y mayor
estímulo a la innovación; de un avance sólido de la política de informatización
de la sociedad cubana.
Ante
el actuar de EE.UU. en el espacio público digital cubano, nuestra respuesta no
puede ser meramente defensiva. Debemos mirar hacia adelante con una visión
científicamente fundamentada que movilice respuestas y alternativas desde Cuba
al extraordinario enfrentamiento ideológico y cultural que se nos plantea.
Tomar por asalto, desde el conocimiento, las herramientas de los nuevos
colonizadores, construir las nuestras y dotarlas de símbolos y esencias
emancipadores.
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