Cuba:
Tres sacerdotes católicos
piden a Raúl Castro más libertad
LA
HABANA.— Si escribimos esta carta es para evitar que un día, por alguna
circunstancia, Cuba se sumerja en cambios violentos que sólo añadirían más
sufrimiento inútil
Sorprendió
a finales del 2017: el propio Castro dijo que este año se produciría un cambio
de mandato en la isla.
De
no producirse, hay probabilidades de que la violencia asome su rostro en las
calles. Ya la expectativa de cambio, sobre todo a raíz del “deshielo” con
Estados Unidos, crece día a día, sabiendo, como lo saben, que la biología, la
gran ductora de los procesos en Cuba, está haciendo su trabajo con el sucesor
de Fidel. Raúl, su hermano y mandante en la isla, sabe que debe dejar la
sucesión arreglada, so pena de que las pugnas entre grupos del gobierno
comunista, descompongan el tinglado.
Los
sacerdotes, pertenecientes a diócesis de las provincias de Camagüey, Cienfuegos
y Holguín, advirtieron acerca de la necesidad apremiante de hacer cambios en la
isla para evitar sucesos “violentos que sólo añadirían más sufrimiento inútil”.
La
carta –que hizo circular la red CubaNet esta mañana- hace puntual y profunda
referencia a los problemas más acuciantes que sufren los cubanos.
A
continuación la carta enviada por los clérigos:
A
Raúl Castro Ruz en el XX aniversario de la Misa por la Patria presidida por San
Juan Pablo II y las palabras de Mons. Pedro Meurice en la Plaza Antonio Maceo
de Santiago de Cuba, el 24 de enero de 1998.
El
pasado primero de enero se ha conmemorado el 59 aniversario del triunfo de una
Revolución. Una Revolución necesaria ante las atrocidades cometidas impunemente
por un poder que se había vuelto contra este pueblo. Muchos lucharon y muchos
murieron por dar a sus hijos una Cuba donde se pudiera vivir en libertad, en
paz y prosperidad.
Hoy,
casi seis décadas después, tenemos argumentos suficientes para evaluar qué
hemos vivido en nuestra tierra.
Desde
la institucionalización del Partido Comunista como el único partido autorizado
a existir, nunca se ha permitido a este pueblo alzar una voz diferente, antes
bien, toda voz diferente que ha intentado hacerse oír ha sido silenciada.
Este
estilo totalitario ha permeado cada capa de la sociedad. Los cubanos saben que
no tienen libertad de expresión, se cuidan para decir lo que piensan y sienten,
porque viven con miedo, muchas veces incluso, de aquellos con quienes conviven
cada día: compañeros de escuela, de trabajo, vecinos, conocidos y familiares.
Convivimos en un entramado de mentiras que va desde el hogar hasta las más
altas esferas. Decimos y hacemos lo que no creemos ni sentimos, sabiendo que
nuestros interlocutores hacen lo mismo. Mentimos para sobrevivir, esperando que
algún día este juego termine o aparezca una vía de escape en una tierra
extranjera. Jesucristo dijo: “la verdad los hará libres”. Queremos vivir en la
verdad.
El
monopolio y control de los medios de comunicación social hace que nadie pueda
acceder a medios públicos de comunicación de modo libre. Del mismo modo, no
existe, una educación alternativa. Todo niño cubano tiene la obligación de
escolarizarse y acceso a la escuela, pero a un solo modelo de escuela, a una
sola ideología, a la enseñanza de un único modo de pensar. Los cubanos tienen
el derecho a tener alternativas educacionales y opciones para la educación del
pensamiento, los padres cubanos tienen el derecho a elegir qué tipo de
educación desean para sus hijos.
Es
lamentable el desamparo económico que vive este pueblo, obligado por las circunstancias
a mendigar la ayuda de familiares que lograron marchar al extranjero o a los
extranjeros que nos visitan; a aplicar la justa compensación o a robar todo lo
que puede, renombrando al robo con palabras delicadas que ayuden a la
conciencia a no mostrarse en toda su crudeza.
Muchas
familias carecen de una economía mínimamente estable que les permita adquirir
serenamente lo básico para vivir. Comer, vestir y calzar a los hijos es un
problema cotidiano, el transporte público es un problema, incluso el acceso a
muchos medicamentos es un problema. Y en medio de este pueblo que lucha por
sobrevivir, se inserta el sufrimiento callado de los ancianos, muchas veces
silenciosamente desprotegidos.
¿Cómo
se puede decir que es del pueblo, el capital que el pueblo no decide qué se
hace con él? ¿Cómo mantener las necesarias instituciones públicas si no se
cuenta con los recursos necesarios? ¿Por qué se invita a que vengan extranjeros
a invertir con su dinero y no se permite invertir a los cubanos en igualdad de oportunidades?
Los cubanos tienen derecho a participar como inversores en la economía y en las
negociaciones de nuestra patria.
Y
a todo esto se suma la falta de libertad religiosa. La Iglesia es tolerada,
pero no deja de ser vigilada y controlada. Se reduce la plena libertad
religiosa con una controlada libertad de permisos de culto. Los cristianos
pueden reunirse a compartir su fe, pero no les es permitido construir un
templo. La Iglesia puede hacer procesiones e incluso misas públicas, pero
siempre a condición de un permiso expreso de las autoridades que, de no
otorgarlo, no permite apelación ni da explicación.
La
Iglesia puede alzar su voz en los templos, pero no tiene acceso libre a los
medios masivos de comunicación y, en los escasos momentos en que esto ocurre,
es siempre bajo censura. Los laicos son censurados cuando intentan aplicar a la
práctica política y social su fe.
Esta
dinámica social que ha resultado en Cuba, ha olvidado a la persona, su dignidad
de hijo de Dios y sus derechos inalienables; casi 60 años después de que este
pueblo creyera en un ideal que siempre se pospone y nunca se realiza. Cuando
alguien cuestiona, cuando alguien alza la voz, sólo encuentra vulnerabilidad y
exclusión.
Queremos
un país donde se respete más la vida desde su concepción hasta la muerte
natural, donde se fortalezca la unión de la familia y se cuide el matrimonio
entre un hombre y una mujer; en el que las pensiones alcancen a nuestros
ancianos para vivir; en el que los profesionales puedan vivir dignamente con sus
salarios; en el que los ciudadanos puedan convertirse en empresarios y haya más
libertad de trabajo y contratación para los deportistas y artistas. Los jóvenes
cubanos deberían encontrar posibilidades de trabajo que les permita desarrollar
sus talentos y capacidades aquí y no vean como única salida irse de Cuba.
Tenemos
una legalidad supeditada a un poder, la ausencia de un “Estado de Derecho”. Se
hace imprescindible la clara distinción e independencia de los tres poderes:
ejecutivo, legislativo y judicial. Queremos que nuestros jueces no sean
presionados, que la ley sea orden, que la ilegalidad no sea una manera de
subsistir o un arma de dominio. Que nuestro Capitolio se llene de legisladores
que, con pleno poder, representen los intereses de sus electores.
Nuestro
pueblo está desanimado y cansado, existe un estancamiento que se resume en dos
palabras: sobrevivir o escapar. Los cubanos necesitan vivir la alegría de
“pensar y hablar sin hipocresía” con distintos criterios políticos. Estamos
cansados de esperar, cansados de huir, cansados de escondernos. Queremos vivir
nuestra propia vida.
Esta
carta tiene también un propósito, que es un derecho: Queremos elegir en
libertad. En Cuba hay votaciones, no elecciones. Urgen elecciones donde podamos
decidir no sólo nuestro futuro, sino también nuestro presente. Ahora se nos
invita a “votar”, a decir “sí” a lo que ya existe y no hay voluntad de cambiar.
Elegir implica, de por sí, opciones diferentes, elegir implica la posibilidad
de tomar varios caminos.
Si
escribimos esta carta es para evitar que un día, por alguna circunstancia, Cuba
se sumerja en cambios violentos que sólo añadirían más sufrimiento inútil.
Todavía tenemos tiempo de hacer un proceso progresivo hacia una pluralidad de
opciones que permita un cambio favorable para todos. Pero el tiempo se acaba,
apremia abrir la puerta.
De
nada sirve ocultar la verdad. De nada sirve fingir que no pasa nada. De nada
sirve aferrarse al poder. Nuestro Maestro Jesucristo nos dice a los cubanos
hoy: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?”
Estamos a tiempo de construir una realidad diferente. Estamos a tiempo de hacer
una Cuba como la deseaba Martí: “con todos y para el bien de todos”.
A
la intercesión de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, nos encomendamos.
Ella, Madre de todos los cubanos, interceda ante el Señor de la historia que,
como dijo en Cuba, Su Santidad Benedicto XVI: “Dios no solo respeta la libertad
humana, sino que parece necesitarla”, para que podamos elegir siempre el bien mayor
para todos.
Padre
Castor José Álvarez de Devesa, Cura del Modelo, Camagüey
Padre
José Conrado Rodríguez Alegre, Párroco de San Francisco de Paula, Trinidad,
Cienfuegos
Padre
Roque Nelvis Morales Fonseca, Párroco de Cueto, Holguín.
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