¿Por
qué no somos puntuales?
La
falta de puntualidad denota desorden, mal manejo del tiempo, falta de
planeación en nuestras actividades, y por supuesto carencia de una agenda,
pero, ¿qué hay detrás de todo esto?
El
interés, el deseo y los gustos están muy asociados con la impuntualidad. Es
decir, cuando tenemos un total interés en algo, como por ejemplo una cita para
aplicar a un empleo, seguramente estaremos antes de la hora acordada y
tomaremos todas las medidas para cumplir con este compromiso. Al contrario de
la cita donde el odontólogo la cual nos causa molestia y buscamos aplazarla
hasta el último minuto.
Obviamente
hay actividades que nos generan un mayor interés y atracción, por eso para
algunas personas, el valor del tiempo varía dependiendo de la situación. El
resultado de vivir de acuerdo a nuestros gustos, es la pérdida de formalidad en
nuestro actuar y poco a poco se reafirma el vicio de llegar tarde.
Hay
otro factor que también influye en el valor de la puntualidad y es el orden.
Cuando no tenemos claridad de ideas, ni prioridades, tampoco una lista de
pendientes, y menos un mapa de actividades que nos guía, lo más coherente es
que el tiempo se pierda fácilmente. La pereza, el olvido, la falta de
concentración, también son motivos que afectan este valor.
Además
de lo anterior, la falta de puntualidad tiene un cierto grado de egocentrismo.
Es decir, partir de la base de que el tiempo de los otros es menos valioso que
el propio, así que no importa llegar tarde porque la otra persona no es tan
“importante” como lo soy yo. Además de ser una actitud egoísta es totalmente
irrespetuosa.
¿Cómo corregir la
falta de puntualidad?
No
nos volvemos puntuales de la noche a la mañana. Para querer corregir este error
se necesita voluntad, disciplina, determinación, compromiso y responsabilidad
como en todos los propósitos.
Antes
de empezar a poner alarmas, llenar agendas, programar recordatorios, etc., se
tendrá que hacer un cambio de mentalidad. Debemos ser conscientes que toda
persona, evento, reunión, actividad o cita tiene un grado particular de
importancia. Nuestra palabra deberá ser el sinónimo de garantía para contar con
nuestra presencia en el momento preciso y necesario.
Seguido
de esto, se tendrá que encontrar la causa que provoca nuestra impuntualidad
(mencionadas anteriormente: interés, importancia, orden, egocentrismo, pereza,
olvido, falta de concentración…). Allí encontrará muchas respuestas y también
las soluciones para desterrar este mal hábito.
Establecer
un orden y delimitar prioridades es básico. Asimismo, concentrarse en la
actividad que estamos realizando, procurando mantener nuestra atención para no
divagar y aprovechar mejor el tiempo. Para corregir esto, se tendrá que echar
mano de algunas ayudas, como son las alarmas del computador, agenda
electrónica, celular, pedirle a un familiar o compañero que nos recuerde la
hora (sólo algunas veces para no ser molesto y dependiente).
Por
último, habrá que hacer algunos ajustes en nuestro nuevo estilo de vida
enmarcado en la puntualidad. Quizá levantarse un poco más temprano, adelantar
el reloj unos minutos, establecer un horario, entre otros.
Vivir
el valor de la puntualidad es una forma de hacerles a los demás la vida más
agradable, mejora nuestro orden y nos convierte en personas dignas de
confianza.
(Fuente:
https://es.aleteia.org/2013/11/12/por-que-no-somos-puntuales/).
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