lunes, 27 de abril de 2015

Una boda en La Habana:
Signos de una nueva relación bilateral

N. Mario Rizzo Martínez

LA HABANA.— La apertura en Cuba ha alcanzado diferentes esferas tanto de la economía como de la vida social. Tanto es así que el pasado 17 de abril una joven pareja de cubanos residentes en Miami Dade celebraron su matrimonio religioso en la Catedral de La Habana.
Desde que tomaron la decisión tuvieron que dedicar algunas horas y esfuerzos para garantizar que su unión pudiese realizarse y de tal forma que los invitados a ambos lados del Estrecho de La Florida quedaran satisfechos.
Los felices contrayentes y sus respectivas familias
en la Catedral de La Habana.
Primero tuvieron que prepararse para que la Iglesia Católica aprobara la celebración; asistieron a charlas prematrimoniales y dieron cumplimiento a ciertos requisitos exigidos.
Luego los familiares en Cuba debieron hacer todas las reservaciones y preparativos necesarios puesto que los contrayentes sólo dispondrían de 4 o 5 días para su estancia en La Habana.
Por parte de la iglesia recibieron hasta facilidades para celebrar la ceremonia en la Catedral de La Habana, antigua y muy conservada construcción ejemplo del barroco cubano y enclavada en el mismo centro de La Habana Vieja, Patrimonio de la Humanidad.
Como desde hace algún tiempo han aparecido en Cuba pequeños empresarios dedicados a muy disímiles actividades tanto la filmación en video, las fotos, el adorno de la iglesia y del salón de fiestas, corrieron a cargo de personas contratadas a esos efectos y que sin dudas lo hicieron con calidad y a precios muy competitivos.
Una entidad estatal alquiló la sala de fiestas y proveyó el bufet, y hasta varios vehículos fueron alquilados para trasportar a unos 120 asistentes.
La recepción se llevó a cano en una sala de fiestas.
Geisel y Manolo, que así se llaman los felices enamorados, pudieron cumplir su sueño. Estuvieron acompañados por casi 20 familiares y amigos residentes en Estados Unidos y la mayor parte de ambas familias y sus muchos amigos que viven en la isla.
Lo exitoso de la ceremonia y de la fiesta hubiese sido inimaginable hace sólo unos meses y habrán de continuar cambiando las cosas hasta tanto en algún momento pudiera ocurrir a la inversa como corresponde a países civilizados y vecinos.
Geisel y Manolo, cumplido el sueño de jurarse amor eterno, se reincorporaron pocas horas después a su hogar y sus labores. Forman parte de las nuevas generaciones emigradas que prefieren disfrutar de lo mejor que en ambas partes les puedan ofrecer.
Quienes pudimos asistir al evento no podemos menos que sentirnos satisfechos y desear a los jóvenes larga y feliz vida.

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