Estados
Unidos-Cuba:
¿conversaciones a cuatro bandas?
N.
Mario Rizzo Martínez
LA
HABANA.— A pesar de la Ley de Ajuste Cubano que concede
residencia inmediata y ayudas económicas a los cubanos emigrados, legal o
ilegalmente, que lleguen a los Estados Unidos, la comunidad isleña en ese país
no es mayor, proporcionalmente, a la de otros países centroamericanos y por
tanto ya no tan definitoria electoralmente Pero se trata de una inmigración que
puede catalogarse en cuatro categorías diferentes.
Un
primer grupo de emigrantes cubanos estuvo compuesto por personas relacionadas
de una u otra manera con la dictadura de Batista derrocada en
1959. Ellos, los que aún viven, y muchos de sus descendientes, han integrado
por siempre la línea dura del exilio, vinculada a grupos paramilitares y
organizadora de todo tipo de acciones violentas contra el “régimen de Castro”.
Le
siguieron varios grupos de profesionales, comerciantes, gente de clase media,
que de hecho impulsaron el desarrollo del sur de la Florida. Con su ayuda la ciudad balneario se convirtió en centro
comercial y financiero. Algunos lograron grandes fortunas y de alguna manera se
vincularon con la oleada anterior, aunque guardando cierta distancia.
Después
vinieron grupos de personas deseosas de disfrutar de las bondades económicas y
las oportunidades del país norteño. Muchos eran desclasados, gente dedicada a
negocios de todo tipo, poco laboriosos y a veces con deudas legales pendientes.
De entre estos proceden la mayoría de los excluibles que Estados Unidos desea
retornar a Cuba.
Luego
de la caída del campo socialista europeo, y cuando parecía requerirse un
milagro para que el modelo político cubano no desapareciera, muchos jóvenes que
veían muy distante poder alcanzar un nivel de vida acorde con sus aspiraciones
personales, optaron por emigrar. Casi todos ellos con buena calificación
profesional y deseosa de progresar económicamente.
Los
últimos arribos cambiaron por completo el panorama del exilio. Desean
relaciones con su patria de origen y rechazan a los grupos extremistas.
Durante
los 18 meses de conversaciones
secretas entre Estados Unidos y Cuba ningún grupo de la diáspora cubana tuvo
participación o conocimiento. Fueron los primeros sorprendidos cuando el 17 de
diciembre pasado esto se dio a conocer y se anunciaron conversaciones oficiales
con vistas al restablecimiento de relaciones diplomáticas así como el inmediato
ablandamiento del bloqueo.
Ahora
la diáspora y la llamada oposición interna reclaman un espacio en los diálogos
y quizás para calmar un poco sus ánimos el gobierno norteamericano pretende que
asistan a la Cumbre de las Américas del próximo abril en Panamá. Parece ser que
serán invitados como ONG de la sociedad civil, lo cual plantea un gran reto pues
las organizaciones en la diáspora son tantas que habría que convocar una gran
cumbre para que todos pudieran estar representados.
Por
otra parte la oposición interna está atomizada. Alguien ha calculado que sean
unas 20000 personas pertenecientes a numerosísimos pequeños grupos que van
desde el anexionismo hasta el socialismo moderado. Que todos puedan ser
escuchados también parece difícil.
Tal
vez en busca de cierto consenso el pasado 28 de enero unos 150 dirigentes de
algunos de esos grupos internos o externos se reunieron en la Convención de la
Democracia en Cuba celebrada en Miami. Poco se ha conocido de los posibles
acuerdos, pero parece que hay cierta tendencia a darle el papel protagónico a
la oposición interna, y un acuerdo tácito: tener participación en las
conversaciones.
A
todas luces pretender reclamar se realicen conversaciones a cuatro bandas, el
gobierno cubano, el gobierno de Estados Unidos, la representación del exilio, y
la oposición interna, es inalcanzable y decididamente imprudente. Se trata de
dos naciones que tras más de medio siglo de amenazas y desencuentros, pretenden
convivir civilizadamente. Los asuntos internos de ambas partes pudieran ser
comentados pero nunca objeto de acuerdos.
Por
ello el gobierno cubano ha confirmado una vez más su posición. No habrá
renuncia a principios políticos a cambio de mejorar las relaciones. El reclamo
del fin del bloqueo, la devolución de la Base Naval de
Guantánamo,
y otros similares, han sido enarbolados ante las naciones de la CELAC, toda
América excepto Canadá y USA.
Por
la parte norteamericana corren prisas también. Si se quiere cambiar la realidad
cubana han de autorizarse los viajes a Cuba sin restricciones, suprimir el
bloqueo para lograr un comercio fluido e inversiones, dar acceso a los cubanos
a una realidad económica y social que los políticos norteamericanos consideran
suficiente como para conmover los cimientos del socialismo.
La
Ley de Ajuste Cubano ahora se ve
como un fracaso de la política hacia Cuba y hasta la prensa norteamericana
arremete contra ella. Exponen que una parte de los beneficiados con esta ley
han robado a empresas y a contribuyentes unos 2000 millones de dólares; llegan
a hablar de redes criminales. Hablan de un efecto bumerang y citan un viejo
refrán “cría cuervos y te sacarán los ojos”.
Tan
cruda evaluación no viene de Cuba que lleva años tratando de normalizar sus
relaciones con la diáspora, viene de la prensa y de políticos norteamericanos.
Las
conversaciones recién comienzan. Ambos gobiernos se han mostrado profesionales
y serios en sus empeños. Los resultados, aunque previsibles, no están a la vuelta
de la esquina. Obama desea dejar zanjado el asunto antes de concluir su
mandato, lograrlo depende en buena medida de los lobby que hacen allá la
política y de que Cuba mantenga la línea que ahora sigue.
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