Septiembre
Negro
LA
HABANA.— Sin duda alguna este septiembre ha sido negro para muchos habitantes
de nuestra América. Trenes de huracanes azotando el Caribe, el Pacífico
mexicano, e incluso Norteamérica; terremotos de gran intensidad en el Centro y
el Sur de nuestro continente; por todas partes una estela de muerte y
destrucción.
Numerosos
sismos, casi simultáneos, se producían en Japón, Nueva Zelanda, Corea, y otros
lugares. Según un informe que circula en las redes, supuestamente elaborado por
especialistas de la UNAM, el Gran Terremoto está próximo puesto que tanto la
falla americana como la asiática están en máximo ajuste o movimiento.
No
siendo suficientes los estragos y miedos que causan la naturaleza, los EEUU y Corea del Norte se enrolan en una
batalla verbal y de sanciones llena de amenazas para la paz mundial y la
supervivencia de la especie humana: el uso de misiles portadores de bombas
nucleares.
Es
en este escenario que los jefes de estado y de gobierno del mundo se reúnen en
New York para debatir los problemas que aquejan a la humanidad, sugerir
posibles soluciones, anunciar políticas a seguir, y sentir como de refilón los
vientos y las lluvias del huracán José, que sin haber sido invitado, llegó
hasta las proximidades de la Gran Manzana, demostrando que sí hay cambios, pero
no de los que anuncian los políticos sino de los que impone la Madre Tierra.
Mandatarios
clamando por ayuda para países isleños amenazados con desaparecer, figuras
internacionales de renombre haciendo el mayor esfuerzo por imponer sus
opiniones y criterios, líderes que saben sólo una cosa, en la Setenta y Dos
Asamblea General de la ONU se hablará mucho, se acordará poco, y lo que se
acuerde será letra muerta cuando el Consejo de Seguridad desestime cualquier
intento de oponerse a lo decidido, antes o después, por los cinco Miembros
Permanentes.
Cuando
alguno de los dignatarios hacía uso de la palabra ante el organismo
internacional, en México miles y miles
de personas humildes, la mayoría de ellos, escarbaban con sus manos los
escombros para tratar de rescatar a las personas atrapadas; otros preparaban
alimentos y acarreaban agua potable para suministrar a los voluntarios;
menospreciaban el peligro para demostrar que aún existe altruismo y generosidad
entre los humanos. Aviones y barcos hacían travesías de urgencia para llevar
ayuda a los damnificados en uno u otro lugar, y sus banderas no eran
precisamente de las naciones más ricas.
Pero
hubo una intervención ante el plenario de la ONU que se centró en detallar la
magnitud de los principales problemas que ensombrecen el panorama mundial. No
fue un Jefe de Estado, fue el Canciller cubano Bruno Rodríguez Parrilla, con
quien se podrá o no estar de acuerdo pero que puso el dedo sobre la llaga al
expresar, entre otras cosas, asuntos como:
Armamento norcoreano. |
Ocho
hombres (8) poseen en conjunto la misma riqueza que los 3 600 000 (tres mil
seiscientos millones) de habitantes menos favorecidos.
Diez
(10) corporaciones empresariales internacionales facturan mayor cantidad de
dinero que los ingresos públicos de ciento ochenta (180) países.
Dijo
también: “Son extremadamente pobres 700 millones de personas; 21 millones son
víctimas de trabajo forzoso; 5 millones de niños murieron en 2015 antes de
cumplir 5 años, por enfermedades prevenibles o curables; 758 millones de
adultos son analfabetos.”
Ochocientos
quince millones de personas padecen hambre crónica y unos dos mil millones
están subalimentados. Especial preocupación existe por los más de 22 y
medio millones de refugiados.
Pero
mientras todo esto ocurre los gastos militares globales ascienden a 1,7
millones de millones de dólares estadounidenses.
Bruno Rodríguez, canciller de Cuba. |
Nada
de lo dicho por el canciller cubano era una nueva noticia, tampoco lo será el
hecho de que en pocos días los documentos de la 72 Asamblea de la ONU serán
archivados y olvidados por la burocracia internacional. Vendrán nuevos
huracanes y sismos, el clima seguirá cambiando para mal, y seguramente ninguno
de los 8 poseedores de igual riqueza a la de 3 600 millones de habitantes, o
alguna de las juntas de las 10 corporaciones que facturan tanto como 180
países, ni los países que gastan en armamentos tan gran cantidad de dinero,
harán algo por revertir una situación que puede convertir a nuestro planeta en
la víctima, si no del Gran Terremoto, en la de la gran explosión social.
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