Trump,
el estratega sin escrúpulos
que hace temblar a México
LA
HABANA.— Cuando en diciembre de 1992, los presidentes de México, Carlos Salinas
y de Estados Unidos, George W. Bush (padre), junto al primer ministro de
Canadá, Brian Mulroney, firmaron el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte -NAFTA - parecía que la obra más elaborada de la ideología neoliberal
lograba su objetivo. Se prometía el libre tránsito de personas, mercancías y
capitales entre los tres países y un crecimiento económico ininterrumpido para el área.
A
24 años de aquel acuerdo el actual presidente estadunidense está a punto de
acabar de un plumazo con todo el complejo económico de integración que nació y creció en base al NAFTA. Los
vientos cambiaron y el capricho de un grupo ultraconservador dirigido por el
presidente más irracional de la historia de aquel país pretende ahora echar por tierra un cuarto de
siglo de relaciones regionales que generan un comercio regional superior a los
800 000 millones de dólares al año.
Llegaron los tiempos del aislacionismo y del proteccionismo.
Para
México el NAFTA representó la plena integración del país al capitalismo
salvaje. Las empresas estadunidenses trasladaron sus plantas industriales y
ensambladoras al sur del río Bravo y millones de empleos fueron creados en base
a una mano de obra de buena calidad pero cobrando salarios hasta 10 veces
inferiores a los vigentes en el norte.
La
agricultura tradicional mexicana fue arrasada y sustituida por las grandes
explotaciones intensivas destinadas a la exportación. Los empresarios cambiaron
los mercados locales por las grandes distribuidoras de Estados Unidos y la
forma de vida de muchas comunidades rurales desapareció al tener que emigrar su
población o a laborar en las plantas de ensamblado de los estados fronterizos o
directamente a buscar trabajo en el país del norte.
Y
de repente, todo cambió. Los trabajadores ilegales latinos, tolerados en
Estados Unidos como mano de obra imprescindible para aquel país, ahora son repudiados.
El nuevo presidente Trump, de origen alemán, y con una ideología cercana al
nazismo, ha sembrado vientos xenófobos
contra los ilegales. Las promesas presidenciales de "deportar"
a tres millones de estos latinos con supuestos "antecedentes criminales"
han provocado la histeria entre los inmigrantes. Los cazan como a conejos en
sus centros de trabajo, en los espectáculos deportivos y en cualquier lugar
donde tienden a reunirse. Todavía son unas 600 deportaciones semanales, pero
todo indica que este es el comienzo de una razia que recuerda la de judíos en
la Alemania hitleriana.
Y
para colmo, el nuevo líder estadunidense pretende levantar un muro fronterizo
de cerca de 3000 kilómetros, como su obra maestra para evitar que la primera
potencia militar y económica del mundo pueda ser atacada por "indeseables
" extranjeros. O sea, una forma muy burda de demostrar que Estados Unidos
es solo para los blancos y que el crecimiento de los últimos años de la
población latina debe ser detenida a cualquier precio.
La eliminación
del NAFTA traería recesión económica e inflación
Lo
que el xenófobo Donald Trump no ha
calculado en su sueño por devolver a Estados Unidos el predominio industrial del que disfrutó en
el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando la economía de su país
representaba el 50% de todos los bienes y servicios producidos en el mundo, es
que todo ha cambiado. Ahora, y con los costos laborales que se manejan en su
territorio, la Unión Americana se ha convertido en una economía postindustrial.
Los trabajos industriales, con fuerte participación de la mano de obra, han
emigrado a países donde la fuerza laboral tiene salarios mucho menores y
pretender que las compañías vuelvan a producir allí va a traer enormes costos
que, sin duda, serán trasladados a los consumidores. Un coche Chevrolet o Ford
podría sufrir un incremento en su precio final entre los 2500 y 3000 dólares.
Mientras
en gobierno de Washington intenta aplicar todo un programa proteccionista a su
economía, en México, desde el Gobierno, pasando por los partidos y hasta el último
ciudadano, están despertando a la pesadilla que representa tener que rehacer su
economía en caso de prosperar los planes
del nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Durante
24 años todas las bases de la economía mexicana estuvieron enfocadas en
producir para exportar a su vecino del norte. Nunca se buscaron mercados
alternativos - el 96% de su comercio es con su vecino-, pero lo más grave es
que ningún gobierno, desde la firma del NAFTA intentó desarrollar el mercado interno. Además, un
trabajador mexicano apenas cobra de salario mínimo 200 dólares al mes, entre 5
y 10 veces menos que su contraparte en el norte, lo que impide que los 130
millones de mexicanos sean una alternativa consumidora de los productos industriales
que su país produce.
La
tormenta perfecta sobre la economía va indirectamente sobre el gobierno
mexicano. Les quieren construir un muro con tinten xenofobos; pretenden deportar
a tres millones de ilegales, la mitad de ellos mexicanos y el resto mayoritariamente
centroamericanos; Trump amenaza con imponer impuestos a las remesas que
millones de trabajadores mandan a sus familias en México y que el año pasado
superaron los 27000 millones de dólares ; el gobierno americano pretende
renegociar el NAFTA e imponer aranceles a las exportaciones mexicanas, lo que a
su vez ha producido una retención significativa en las inversiones extranjeras
en el país Azteca. Todo ello lleva a un resurgimiento del sentimiento
nacionalista mexicano, la necesitad perentoria de buscar alternativas de nuevos
mercados para productos industriales y agropecuarios, como el aguacate donde el
68% de la producción iba a Estados Unidos y que ya está siendo recolocada en
Japón, China, Canadá y Europa.
En
las próximas elecciones a presidente de la República, en julio del próximo año,
es muy probable, según las encuestas, que los mexicanos, desengañados y
ofendidos con su vecino del norte, abandonen las doctrina neoliberal y arropen
a Andrés Manuel López Obrador, el incombustible dirigente de la izquierda
nacionalista que ya en dos ocasiones
anteriores estuvo a punto de llegar a la silla presidencial.
Cuba, en tensa
espera
Tras
el entusiasmo que despertó entre la población cubana la "limitada"
apertura del bloqueo estadunidense que el ex presidente Barak Obama protagonizó
en sus dos últimos años de gobierno, ahora la incertidumbre por lo que hará su
sucesor está presente.
Donald
Trump , como en todas sus actuaciones, ha mostrado su inestabilidad. Se rodeó
de los viejos combatientes ultraconservadores de la Brigada 2506, la que asaltó
Bahía de Cochinos y les dijo que "sabría qué hacer" con el gobierno
cubano, y unos días más tarde buscó como asesores a varios personajes del
exilio propensos a mantener la apertura.
El
inestable presidente intentó a fines de la década de 1990 llegar a acuerdos con
el gobierno cubano para que le permitieran participar en mega proyectos de
hoteles y casinos en los cayos de la isla, propuesta que fue rechazada por el
gobierno revolucionario.
Mientras
Trump termina de "desojar la margarita" sobre el futuro próximo de
las relaciones entre ambos países, la vida en Cuba está especialmente difícil
en este comienzo de año, tras el esfuerzo económico que su gobierno tuvo que
enfrentar, al pagar el año pasado 5300 millones de dólares a los países
miembros del Club de París, y que fue impuesto como condición para que Cuba
pueda volver a recibir créditos internacionales e impulsar su desarrollo. El
precio ha sido un desabastecimiento grave de las tiendas y una seria recesión del 0,9 % en el año pasado y un exiguo
crecimiento del 1% en el actual.
Mientras
el apoyo petrolero venezolano se difumina por las problemas que atraviesa el
gobierno de Caracas, lo que ha traído aparejado que apenas estén llegando 55000
toneladas de crudo al día, frente a más del doble que le suministraba el
gobierno de Maduro. Todo indica que los recientes acuerdos con Rusia podrían
paliar este déficit. Moscú parece que va a volver a ser, como en la época
soviética, el principal exportador de básicos a la isla, ya que los nuevos
acuerdos comerciales garantizan el suministro de energéticos y de productos
siderúrgicos.
En
los aspectos sociales, el gobierno cubano acaba de anunciar su intención de
invertir el 28% de su presupuesto de recuperar su emblemático sector salud,
especialmente golpeado en los últimos años de crisis, mientras en el transporte
urbano se ha desatado una guerra sorda entre miles de taxistas privados que en
automóviles americanos de la década de 1950, reconvertidos en unidades
colectivas y que han ido resolviendo los movimientos de la población, y el
gobierno, debido al recorte de las tarifas y que está llevando a una huelga no
declarada entre los operarios contra las
represivas acciones oficiales.
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