martes, 30 de diciembre de 2014

¿Año Nuevo? ¿Navidad?

El Borrego Peludo

Los “occidentales” pensamos que el mundo entero gira alrededor de nuestras creencias y costumbres, al punto de esforzarnos obstinadamente por generalizarlas hasta convertirlas en universales.
Si bien cada cultura ha tenido maneras específicas de celebrar todo lo celebrable, es un hecho que cada vez más quienes dominan el mundo de la cultura masificada imponen usos y costumbres ajenas a los receptores.

Así el Día de Acción de Gracias, con su pavo incluido, se viene introduciendo de norte a sur por el continente americano. Los nuevos celebrantes ignoran la historia del banquete ofrecido a los indios por los colonizadores, poco antes de dedicarse a eliminarlos siempre que pudiesen hacerlo.
Otro tanto ocurre con el Día de Brujas, invasor de las costumbres latinas como los Fieles Difuntos, que a golpe de mercado impone el uso de disfraces y la venta de dulces. Ni hablar de que ya los latinos tienen que comprar y regalar doble a fin de año, pues el 25 de diciembre se aparece Santa Claus y el 6 de enero Los Tres Reyes Magos.
Lo interesante de todo esto es la diversidad real existente. Para más de la mitad de la población mundial el Año Nuevo no ocurre en la misma fecha que para los “occidentales” y para mucho más de un 50% de la población mundial la Navidad cristiana simplemente no existe.
Pero la interconexión universal, la fuerza del mercado, la dominación cultural embozada o descubierta, nos hacen bailar al ritmo de una danza que quizás no es la nuestra, pero se impone. De hecho convertimos la Navidad en etapa de buenas acciones y el arribo del nuevo año en momento de propósitos y promesas.
Es así que se hacen resúmenes noticiosos anuales pero también pronósticos para el siguiente año, proyecciones de sucesos en desarrollo, todo tipo de avances como si el cambio de fecha nos convirtiera  en adivinadores.
Cierto que es una época alegre y colorida que supuestamente debe llevarnos a realizar las mejores acciones. Así ocurre a veces, pero no en todos los casos.
Para los colombianos un alto al fuego unilateral y permanente por parte de la guerrilla es recibido como una bendición. Otro tanto pudiera decirse de la normalización de relaciones Cuba-USA.
Más, por desgracia, las buenas noticias no son las que abundan.
En Haití, país devastado por huracanes, terremotos, epidemias, y cuanta desgracia existe, el ambiente político se enrarece y las calles se llenan nuevamente de airados manifestantes. Para México las cosas no van mejor, el clima social sigue convulso cuando el Estado resulta incapaz de controlar ya no sólo al crimen organizado sino hasta los propios políticos.
Europa del Este se debate en una tormenta que incluye a Rusia y Ucrania. El medio Oriente deja de ser una llama permanentemente encendida para convertirse en incendio que traspasa fronteras hasta el África.
La crisis económica no ceja. Hasta monarcas empeñados en dar un nuevo aspecto a sus coronas reconocen la fragilidad de una Europa donde el estado de bienestar se hace precario gracias a políticas económicas fallidas y la corrupción de la clase política.
Asia goza de calma, a la espera de ver resueltos problemas fronterizos y de competencia mercantil.
El nuevo año no será diferente.
Las buenas acciones de fin de año, las promesas hechas como complemento de una acción publicitaria, los compromisos reiterados de viejos asuntos por resolver, no se harán realidad hasta tanto la codicia, el afán de lucro, las ansias de dominación, y el resto de los pecados no confesados sigan marcando rumbos.
Entonces cabe preguntarse si realmente celebramos porque la vida nos sonríe o lo hacemos como el borracho que ahoga sus penas en el alcohol.

La respuesta podrá ser dura, o con ambigüedad trataremos de despojarla de sus aristas más dolorosas; sea cual sea no caigamos en la trampa de dejarnos llevar por lo que no podemos enmendar. Hagamos el propósito de ayudar en todo lo que podamos a deshacer entuertos, al fin y al cabo sabemos algo importante: las buenas obras no vienen solas, sólo pueden salir de nuestras propias manos.

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