Devoción y fe a la Virgen Morena,
un legado de dos culturas
un legado de dos culturas
Durante
nueve días todas las parroquias y capillas de Quintana Roo y en especial el Santuario a Nuestra Señora de Guadalupe
de esta ciudad, recibieron a más de 45 mil peregrinos procedentes de otros
municipios, así como del vecino estado de Yucatán y hasta Campeche, para rendir
honor y manifestar su fervorosa devoción a Santa María bajo la advocación de
Guadalupe.
Es
importante recordar que este acontecimiento ocurrió hace 482 años en el Cerro
del Tepeyac, con las apariciones marianas al indito San Juan Diego
Cuautlatoatzin, con la finalidad de hacer llegar el mensaje al Obispo de
aquel entonces Fray Juan de Zumárraga,
para que se le erigiera una casita en el sitio a fin de auxiliar en sus
aflicciones al pueblo mexicano de todas las épocas, hecho ocurrido del 9 al 12
de diciembre de 1531.
Por
aquellos años los frailes tenían serias dificultades para realizar su labor de
evangelización, debido a que no hablaban la lengua de los indígenas, aunado al
maltrato que los españoles ejercían sobre el pueblo conquistado, por lo que la
intervención del Creador al mandar a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo fue
oportuna, para evangelizar a un pueblo que no del todo abandonó sus creencias
originales, plagadas de misticismo.
La
Virgen María se presenta como la Madre del arraigadísimo Dios, para desarraigar
añejas costumbres y tradiciones. Al presentarse a Bernardino, tío del indito, herido de gravedad para curarlo y así
dar a conocer su nombre de Guadalupe, que en náhuatl es el equivalente a Coatlallope, que significa “la
que aplasta la serpiente”, guarda relación con el libro sagrado del génesis:
cuando Dios dice a la serpiente (Satanás) “por haber hecho esto, maldita seas
entre todas las bestias y entre todos los animales del campo… enemistad pondré
entre ti y la Mujer, entre tu linaje y su linaje: ella te aplastara la cabeza
mientras tú le muerdes el talón” Gn 3, 14-15.
Pero
además los conquistadores guardaban gran respeto a una advocación de Guadalupe,
en Extremadura, y para ganarse la
simpatía de estos, Fray Juan de Zumárraga determina llamarle con este mismo
nombre, cuyo origen es una mezcla de árabe, que se forma de la palabra guada y significa “rio” y la contracción
latina lux-speculum que significa “espejo
de luz”.
Sin
embargo sea lo que haya sido, lo cierto es que Dios ya tenía sus planes y sabía
que españoles y americanos se sentirían identificados con la nueva advocación y
que finalmente se convertiría en factor fundamental de unidad.
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