Cuba, el más grande museo
sobre ruedas
del mundo
Cadillac del 56 que aún luce opulento. |
LA HABANA
En cualquier país del mundo usted puede
encontrar clubes de propietarios de automóviles de época o clásicos que se
esfuerzan por mantener funcionando y de buen ver vehículos de fabricación
añeja. Son fanáticos del mantenimiento y elaboran rigurosas reglas para evitar
todo tipo de fraudes: no haber cambiado más de un muy bajo por ciento de piezas
o partes por similares de otras marcas, mantener la línea externa, conservar
los interiores tal cual fueron diseñados, etc.
En Miami, como en otras ciudades
norteamericanas, es moda tener un clásico guardado en la cochera y utilizarlo
quizás los domingos para ir al servicio religioso o para otras muy contadas
salidas familiares. Son caros, es un lujo tenerlos y mantenerlos.
En La Habana hay un club
de autos antiguos. Suelen reunirse en el parqueo de un lujoso hotel
capitalino o hacer excursiones en grupo a lo largo de la isla; son tan
rigurosos en el cumplimiento de las normas aceptadas por los miembros que sus
“joyas” son revisadas frecuentemente, tienen un número de control pintado en
una de las puertas y han de hacer maravillas sus propietarios para mantenerlos
flamantes y funcionales. Hay que tener presente que la mayoría son procedentes
de Estados Unidos y entre ambos países el intercambio comercial es muy exiguo
por estar sujeto al llamado embargo aprobado hace más de 50 años por los
legisladores norteamericanos.
Viejo vehículo de los 40 del siglo pasado. |
Lo realmente asombroso es ver por calles
de ciudades y carreteras cubanas cientos de miles de viejos autos con más de 55
años de explotación que en su mayoría
hacen funciones de taxis
colectivos o ruteros. A bordo de estos se mueven cantidades enormes de
pasajeros que gracias a los mismos pueden llegar a tiempo al trabajo, visitar
un familiar, o simplemente salir de paseo.
En la capital se acumulan por centenas
en determinados puntos para una vez llenos de pasajeros atravesar la ciudad
siguiendo determinadas rutas. Los ocupantes pueden ir desde un extremo a otro
del recorrido o descender del auto o abordarlo en cualquier punto intermedio,
si se hace un uso parcial entonces el peaje es menor. Como hay calles por donde
transitan vehículos que hacen diferentes recorridos hay todo un sistema de
señas para que usuario y conductor puedan entenderse sin necesidad de detener
la marcha.
Dentro de la ciudad el recorrido más
extenso puede costar 20 pesos, unos 80 centavos de dólar, que aunque parece
barato es mucho más caro que los pasajes con buses articulados en los que se
paga 40 centavos de peso, unos 2 centavos de dólar, e incluso que servicios
“especiales” como pequeños buses con recorridos similares que cobran 5 pesos.
Almendrones en La Habana. |
La población ha bautizado estos viejos
autos como “almendrones” quizás por la línea ovalada de muchos de los viejos
modelos en circulación. Poseer un “almendrón” no es fácil, se venden a precios
por los cuales en cualquier otro país usted pudiera adquirir un Chevy del año,
o un Atos, o cualquier otro auto de los económicos. Luego viene la tarea de
sustituir el motor por otro preferiblemente consumidor de diesel, no de gasolina,
corregir defectos externos como anteriores impactos o huecos por oxidación,
pintar, vestir, o sea ponerlo en condiciones de pasar exitosamente las
revisiones técnicas estatales y ser del agrado de los posibles clientes.
El dueño, luego de obtener los permisos
correspondientes, se transforma en trabajador por cuenta propia, desde entonces
es su propio jefe y llevará a punta de lápiz gastos e ingresos de forma tal que
la ganancia justifique las muchas horas de estrés tras el volante, las
ingratitudes de algunos pasajeros y hasta el riguroso control de inspectores o
agentes del tránsito.
Como tener acondicionador de aire es un
lujo impermisible conductor y pasajeros se refrescarán con el aire hirviente
que entra por las ventanillas, sufrirán los gases de escape de los restantes
vehículos, llegarán sudados a su destino; esa parece ser la cuota de sacrificio
de quienes por vivir en el trópico no han de soportar crudos inviernos.
Quizás por ello en República Dominicana
y también en algunas ciudades del oriente cubano se ha impuesto la motocicleta
como taxi unipersonal preferido. Por cierto que las dominicanas usualmente muy
arregladas y bien vestidas suelen lucir muy elegantes sentadas a la inglesa en
la parte trasera del monoasiento del ciclo y sosteniendo ligeramente el casco
para no estropear su peinado.
Mientras en Cuba, los turistas no cesan
de fotografiar cuanto viejo auto pasa por su lado, compran cuadros a pintores
reproductores de obras propias o ajenas donde estos aparecen, hasta a veces se arriesgan a dar un viajecito
en uno de ellos ahorrándose de paso las no muy bajas tarifas de los taxis
principalmente destinados a los visitantes extranjeros.
En conclusión, son tantos, tan variados,
tan bellos u horrorosos los cientos de miles de “almendrones” que en su
conjunto forman el más grande museo rodante del mundo digno de ser apreciado
por cualquier persona capaz de sorprenderse ante lo real maravilloso.
Comentarios: maikellescaille@infomed.sld.cu
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