Termina
la era más oscura de Quintana Roo
Roberto
Borge Angulo tuvo una meteórica carrera política impulsada por su “padrino”
Félix González Canto, que lo impulsó hasta la gubernatura del estado con el fin
de que le cubriera las espaldas; pero Borge ejerció un poder dictatorial
caracterizado por excesos de corrupción y represión hacia todos sus opositores,
lo que le valió el rechazo general de los quintanarroenses, que aplicaron un
voto de castigo para impedir su ambición de perpetuarse en el poder tras
bambalinas.

Pero
a pesar de llegar a la cima tan rápido, Borge Angulo no contaba ni con
experiencia ni con popularidad, pero ganó porque en el camino del proceso
electoral quien se perfilaba para obtener el triunfo, Gregorio Sánchez
Martínez, fue enviado a una cárcel federal acusado de tráfico de
indocumentados, lavado de dinero y crimen organizado, lo que le zanjó el
triunfo al candidato priista.

Borge
Angulo tuvo el desatino de ignorar a la capital del estado, la cual abandonó al
igual que a los burócratas, pieza angular desde siempre de las dependencias
estatales y motor de la economía local cada quincena. Ello le valió el repudio
y el rechazo electoral que influyó en la derrota del PRI, justo cuando Borge
Angulo intentaba perpetuarse en el poder emulando al maximato, pero con el
desatino de pretender imponer a un imberbe e inexperto candidato, como su
maestro Félix, y continuar con la cadena de favores y tapaderas.
Borge
nunca fue popular, de hecho los “baños de pueblo” los utilizó para intentar
reflejar una imagen que siempre se vio forzada. Lo suyo era el glamur, codearse
con las altas esferas, con la gente “cool”. Le gustaba que le tomaran fotos en
el palco de primera fila en el estadio del Atlante, acompañado por directivos
del club. Y como se sentía un aficionado VIP, se hizo construir un palco de
lujo en el estadio de beisbol “Beto Ávila”, aislado, cada vez más alejado del pueblo,
cada vez perdiendo más el piso.

Y
conforme se acercó el proceso electoral en el que se definiría su relevo, se
acrecentó el encono hacia una de las familias políticas más importantes de
Quintana Roo: los Joaquín, sabedor que de ahí surgiría el principal rival que
podría dar al traste con sus aspiraciones de seguir ejerciendo el poder tras el
trono. Tal cual ocurrió. Los odios familiares de antaño entre las familias
cozumeleñas atizaron el fuego electoral. La arremetida borgista fue implacable
durante todo el proceso, disparando dardos de todos los calibres a través de
una prensa manipulada y sumisa.

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